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sábado,
27 de
agosto de
2005 |
Cayó un hombre de 44 años por el violento crimen de un adolescente
Resbalón de un ex socio de la banda de Los Monos
Jorge Laferrara está imputado por intervenir el martes en la ejecución de un chico de 15 años en barrio Las Flores
Leo Graciarena / La Capital
Herido en su mano derecha y aguantado en una casa de barrio Godoy. Así hallaron los efectivos policiales a un hombre de 44 años, ex socio de Ariel Máximo Cantero, líder de la Banda de Los Monos del barrio Las Flores, quien es sospechoso de haber participado en el asesinato de un pibe de 15 años el martes pasado en la villa La Granada. El detenido purgó una condena de cinco años en la Unidad 7 de Resistencia y en enero pasado fue preso por el intento de homicidio de un joven en Balcarce al 4300. Fue puesto en libertad hace dos meses. Los pesquisas siguen tras las huellas de los otros individuos que participaron en el homicidio.
Ambiente de tranquilidad a la hora del noticiero ayer al mediodía en barrio Godoy. Todo normal. Al menos hasta que pasadas las 13, la cuadra de Bolivia y Bemporat (Provincias Unidas al 2200) se vio inundada de policías. Hasta allí llegaron los hombres de la Brigada de Homicidios y de Investigaciones de la Unidad Regional II tras la pista de Jorge Alberto Laferrara, ex socio de Ariel Máximo Cantero -El Ariel-, para la policía el mandamás de Los Monos de Las Flores. Laferrara, junto a por lo menos tres personas más, fueron señalados como los ejecutores de Agustín González, de 15 años, en un rancho utilizado para guardar monturas de caballos en La Granada.
"Cuando nos vio se quiso pirar por los techos de las casas vecinas", confió uno de los investigadores. "Lo tuvimos que correr por los techos y lo agarramos a tres casas de donde estaba aguantado", comentó. En la casa los pesquisas hallaron una escopeta calibre 16 que el hombre tenía a su disposición "por si la suerte le era esquiva". Cuando lo apresaron, minutos antes del almuerzo, sorprendió a los investigadores que Laferrara tenía una herida de arma de fuego reciente en su mano derecha. "Estaba bastante fea", advirtió el vigilante. La herida le habría comprometido uno de los dedos, según se comentó.
Laferrara fue el apellido que se escuchó de boca de los familiares del pibe González al hablar del autor de la muerte de su hijo. "A mi hijo lo mataron como a un perro", explicó Marta Adelaida Miño, de 53 años, la mamá del pibe asesinado. "Agustín llevaba el caballo para atarlo para que pastee. Entonces estos hombres se bajaron y lo agarraron. Empezaron a apretarlo por unos caballos robados. Y ahí fue un tiro y otro. Mientras tanto el otro tipo le pegaba con la culata en la cara. Y lo llevaron a los culatazos. Le retorcían los brazos y a la rastra lo metieron en el rancho. Mi hijo no podía caminar. En el rancho había una camita. Ahí le pegaron un tiro", explicó la mujer.
Para la familia no había dudas de que se trató de una ejecución pública, ante los ojos de los vecinos que al ser consultados por los medios dijeron no haber visto nada. Una ejecución bajo la intensa lluvia que azotó la ciudad el martes. Fue al mediodía, poco después de las 12. De la misma tomaron parte cuatro personas que se bajaron de una camioneta color roja. Uno de los hombres se quedó en el vehículo y los otros tres buscaron al pibe, al que agarraron en la cancha de once que está a la altura de Moreno al 6300.
Desde allí, a los golpes, lo zamarrearon más de 100 metros hasta la entrada a un rancho que se utiliza para atar los caballos del cirujeo. "Donde están los caballos", le gritaba "un hombre grandote que lo agarraba y lo sostenía", como contó la familia del muchacho asesinado. Esto conduciría a una respuesta posible respecto a cómo se produjo la herida que Laferrara tiene en su mano derecha.
Luego de "torturarlo", lo metieron en el rancho y lo ejecutaron. Según comentaron fuentes policiales el cuerpo del menor tenía dos impactos de bala calibre 9 milímetros, pero la familia habló de "cuatro tiros, uno en la nuca". Los investigadores trabajan sobre la hipótesis de que todo se debió a que a Laferrara alguien le robó unos caballos y él decidió montar su propia investigación. "Andaban dando vueltas desde las 7 de la mañana", explicó Isabelino González, de 52 años, papá de Agustín. "Me dicen que fue un error. Que no lo estaban buscando a él (por Agustín). Se equivocaron de pibe", asegura con resignación este hombre padre de 9 hijos, quien trabaja en la construcción.
Un socio de Cantero
Para los pesquisas, Laferrara forma parte del mundo de Los Monos de barrio Las Flores (ver aparte), aunque sería ajeno a la violenta disputa que mantienen con Los Garompas. Y, como una jugarreta del destino, Agustín y su familia viven frente al domicilio oficial de Ariel Cantero, líder de la banda. Difícilmente alguien en barrio Las Flores y La Granada -un apéndice del anterior- desconozca sobre la figura Laferrara. "Tiene una cuadrilla grande de caballos", confió un pesquisa. Es un hombre con códigos forjados a los tiros. Además de estar sindicado como ex socio de Cantero, el pasado 27 de enero estuvo detenido junto a su hijo Miguel Angel -Lolo- como sospechosos de haber participado de la patota que baleó a René Franco, de 26 años, en Balcarce al 4300. "Fue igual que este caso. Llegaron con la banda y le tiraron con todo. El pibe tuvo mucha suerte. Le pegaron cinco tiros y se salvó", confió un investigador. Ambos -Jorge Alberto y el Lolo- estuvieron detenidos cuatro meses y fueron puestos en libertad por la jueza María Luisa Pérez Vara.
Tras los balazos que mataron a Agustín, un pibe que se ganaba el dinero lavando vidrios en los semáforos y cirujeando, quedaron abiertas varias preguntas. ¿Por qué lo mataron bajo una lluvia torrencial? "Estos tipos se mueven así. Aprovechan ese tipo de días porque la gente se mete en su casa y no asoman las narices", explicó un vecino. ¿Qué era lo que marcaba la urgencia?, ¿por qué tanta saña contra un pibe de 15 años por un robo de caballos? y ¿cuál fue el mensaje que se quiso dejar claro y quedó oculto tras el miedo de los vecinos?
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Laferrara es sospechoso de haber participado en el crimen de Agustín González.
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