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sábado,
27 de
agosto de
2005 |
Editorial
La lucha por morir con dignidad
Un juez marplatense autorizó a una enferma terminal a negarse a recibir terapias que podrían alargar su vida. No existe al respecto legislación ni jurisprudencia, pero situaciones como la descripta tienden a producirse con cada vez mayor frecuencia por los progresos de la medicina. Una polémica necesaria.
El reciente fallo de un magistrado que autorizó a una mujer que padece una enfermedad terminal a negarse a recibir terapias que prolongarían su existencia se ha convertido en el punto de partida de una polémica que crece como consecuencia de los notorios progresos de la medicina, que en la actualidad puede mantener con vida a un paciente hasta límites impensados poco tiempo atrás.
El juez marplatense Pedro Federico Hooft abrió un camino que promete ser largo y espinoso, pero al mismo tiempo -sin dudas- necesario. El reciente caso de la joven norteamericana Terri Schiavo, quien falleció el 31 de marzo pasado luego que la Justicia de EEUU hiciera lugar al requerimiento de su esposo de desconectar la sonda a través de la cual se la alimentó durante los quince años que permaneció en estado vegetativo, conmovió a la opinión pública internacional y reabrió el crucial debate sobre la eutanasia.
Pero este caso posee carácter distinto: la paciente recurrió a la Justicia a fin de que no se la someta a terapias invasivas. El mal que sufre la mantiene postrada en el lecho, imposibilitada de realizar cualquier clase de movimiento. De carácter irreversible, progresivo y sin cura -aunque su lucidez no se ve afectada-, los facultativos han planteado la potencial necesidad de realizarle una traqueotomía y gastrostomía con el objetivo de ayudar a que respire mejor y a suministrarle, por vía artificial, hidratación y alimento. El juez explica: "De tal modo seguiría viva y consciente, pero imposibilitada de comunicarse con el medio que la rodea".
El derecho a morir en paz debe ser respetado. Porque -aunque parezca paradójico- lo que se encuentra en juego es nada menos que la calidad de vida. En este caso, la enferma ha tomado una decisión y tiene perfectamente claros los límites que no quiere traspasar, ni siquiera si la alternativa potencial fuera la muerte. El magistrado -quien además es fundador y presidente honorario de la Asociación Argentina de Bioética- fue preciso en sus fundamentos: "Priorizamos la autonomía de la paciente y el apoyo de su familia", declaró, para remarcar luego que oponerse a la voluntad de la mujer sería un "encarnizamiento terapéutico".
La sociedad merece darse la oportunidad de tratar este tema con el grado de madurez necesario. Y el fallo del juez Hooft se erige en una valiosa base para dar inicio a la discusión futura.
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