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 sábado, 27 de agosto de 2005  
Un escándalo que desató la interna de la Iglesia
El Episcopado, dividido entre condenar el motivo de la renuncia o el trasfondo político del caso

Guillermo Villarreal

La renuncia de monseñor Juan Carlos Maccarone al gobierno pastoral de Santiago del Estero desató la interna en cuanto a qué condenar, si el motivo escandaloso de la salida o el trasfondo político, sospechas de venganza orquestada por factores de poder de la provincia incluidas.

Uno de los detonantes fue la declaración de la Comisión Ejecutiva del Episcopado, a la que un sector consideró "ambigua y factible de interpretaciones".

El grupo estimó que había que tomar una posición "más distante" del caso, y forzó a los voceros a precisar que el pronunciamiento no constituyó un "apoyo" sino un "acompañamiento" al prelado.

Fueron los mismos que presionaron, aunque sin éxito, para que la Comisión Permanente del Episcopado -que sesionó esta semana- suscribiera un documento de similar tenor al que redactó el obispo de Reconquista, monseñor Andrés Stanovnik.

El prelado, que también ocupa la secretaria general del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), reclamó "misericordia" para los involucrados en los hechos, y advirtió que la coherencia de vida "vale para todos sin excepción".En el otro sector, la noticia golpeó directamente a las entrañas, aunque reaccionó rápidamente para rescatar la capacidad intelectual y la decidida opción por los pobres y los derechos humanos de monseñor Maccarone. Consiguió así el inmediato apoyo del gobierno, la prensa y de organizaciones externas a la Iglesia.

Sin embargo, ese consenso podría diluirse cuando el tema decante, o de cara a las elecciones episcopales de noviembre próximo, cuando se produzca un recambio casi total de las autoridades eclesiásticas.

Entonces se reacomodarán las fuerzas, con la certeza de que el cardenal Bergoglio (Buenos Aires) conducirá el Episcopado en el próximo trienio, y de que "los que hoy hicieron primar su postura, mañana no saldrán tan airosos", aventuró un portavoz oficioso.

No obstante, unos y otros valoraron que monseñor Maccarone haya "admitido sus culpas", antes de que la credibilidad doctrinal de la Iglesia -sobre todo su defensa del celibato sacerdotal- sea puesta en duda.

Incluso prefirieron llamarse a silencio, antes que cualquier palabra fuera interpretada como defensa corporativa de la "debilidad moral" del prelado santiagueño.

Los interrogantes sobre quién o qué "intereses eclesiásticos" acercaron el video a la Nunciatura Apostólica para conseguir un rápido trámite hacia la Santa Sede, también avivaron la interna, aunque todo o casi todo quedó en la nebulosa.

Un laico con influencias en Roma y un obispo habrían urdido la maniobra, pero ningún referente eclesiástico se animó a dar nombres.

Sólo uno esbozó a esta agencia una reflexión condenatoria: "Los que fueron quedaron más desacreditados que el obispo". (DyN)
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