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sábado,
27 de
agosto de
2005 |
Yo creo: "El humo en tus ojos ya no seduce más"
Rodolfo Bella / La Capital
El cuidado de la salud es un tema preocupante. Se generó un clima enrarecido específicamente alrededor del cigarrillo y sus efectos. Ya no quedan ni fumadores ni bebedores creíbles en la pantalla, ni la grande y mucho menos la chica, y tampoco en los teatros. Fumar y beber, algo que fuera tan valorado en décadas más románticas, y también más irresponsables, hoy es un error fatal que puede dañar la imagen irremediablemente. Para Humphrey Bogart, Anne Bancroft o Bette Davis, por ejemplo, el cigarrillo y el vaso de whisky se habían transformado en apéndices de sus manos. La muy terca de Bette fumó hasta el final de su último día. Murió en su ley. Consecuente, aun con las secuelas de su hemiplejia, ella se las ingeniaba para saborear el buen tabaco de Virginia mientras hacía girar el bourbon entre sus manos huesudas. Pero el cigarrillo y el alcohol, que formaban parte de la iconografía cinematográfica de una aristocrática marginalidad, fue despachado al rincón de la marginalidad a secas. Algunos cruzados de esta batalla que de tan intensa a veces suena un poco esnob esgrimen el argumento razonable de que son sufridos fumadores pasivos y merecen toda la atención. Sin embargo causa perplejidad recordar lo que fue y ya no es. Un habano solía ser como el ADN de algunas celebridades. ¿Alguien imagina a los geniales Groucho Marx o Alfred Hitchcock sin su puro? La homogeneización en la valoración negativa del cigarrillo hizo que hordas de personas saludables lo vieran como algo definitivamente nocivo y que se considerara al vehículo de adicción que genera como lo que es: una droga. Sin embargo los químicos de laboratorio no sufren idéntico desprestigio en el cine. Hace unos diez años, Woody Allen popularizó un psicofármaco que se transformó en sinónimo de algo así como "la droga de la felicidad". Allen lo vuelve mencionar en su última película, "Melinda y Melinda", y todos tan contentos. Sin embargo es excepcional que sus personajes fumen o beban, con excepción de un también cool vino blanco, o, en el colmo de la sofisticación, un vodka. ¿Moda o conciencia? Quién sabe. Quizás todo haya comenzado con Jane Fonda o María Amuchástegui y esa maldita manía de mantenerse en forma.
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