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domingo,
21 de
agosto de
2005 |
Sobre gustos
Jorge Barquero
Jorge Barquero (Rosario, 1941) publicó dos libros que no pueden faltar en una buena biblioteca: "La ley de la memoria" (novela, 1999) y "Sabihondos y suicidas" (cuentos, 2003). En ambos procesa su experiencia en la cárcel, donde pasó diez años de su vida y empezó a escribir literatura. Tiene inéditos otros textos -entre ellos otro volumen de cuentos, "Cómo nace un delincuente".
-¿Qué lugar prefiere de la ciudad y por qué?
-El río, las aguas agitadas en un día de viento, el murallón; y el recuerdo adherido de Belgrano en su momento.
-¿Cómo es su momento ideal?
-Luego de mis horas de escritura, preparar el desayuno, despertar a mi compañera, compartir nuestros sueños; los de ella recién dibujados, los míos recién anclados. Juntos somos la mejor película, el mejor libro.
-¿Qué libro y/o película no recomendaría?
-¡Ah, por fin esa pregunta! Pero a la película no la voy a nombrar; su mención sería el disparador que activaría, en muchos, la curiosidad; y no la merece. De libros, y ya que, según Steiner, la obra de un autor es un único libro, no recomendaría el de Aira. Ignoro si escribe tan feo a causa de su ansiedad o es tan ansioso porque las cosas le salen feas. Lamentablemente, aduce razones técnicas y académicas. Por lo mismo, un pésimo menú.
-¿Qué plato elegiría para agasajar a un amor imposible?
-Canelones caseros de carne y espinaca con salsa espesa de tomates y mucho ajo; y buen queso sardo. Todo regado con abundante gaseosa cola. Y lo elegiría puesto que, como el amor propuesto es imposible y jamás será, al menos me doy un gusto padre delante de esa pérfida que ignorará mis deseos.
-Si le concedieran un deseo, ¿qué pediría?
-Que desaparezca el mal, el daño, y de paso, la culpa de nuestras vidas; y que cobremos o paguemos lo que merecemos. Pero en ésta. El mundo sería más amigo.
-¿Qué consejo le daría a su peor enemigo?
-"Vení, conoceme más. Vas a enterarte de defectos que ni loco suponés o imaginás". Compartir un secreto de esa naturaleza lo pondría fuera de carrera.
-¿Cuál es el secreto de un buen escritor?
-Jamás se lo pregunté. Pero supongo que no lo diría. ¡Son tan egoístas en sus literarias vidas!
-¿Cómo se llamaría el libro que contara su vida?
-"Me pareció ver luz".
-¿Qué guarda en su mesita de luz?
-Acabo de inspeccionarla al solo efecto de ser enteramente fiel a la verdad: el cepillo de la Gata Galifi, mi mascota; el calzador; caramelos de mentol; lápiz, papel y frases borroneadas en la duermevela; una lista con demandas anárquicas confeccionada por mi madre, autodenominada "La Olvidada"; un folleto que explica por qué me conviene tanto adquirir ese lote en La Siesta Final o algo así; un par de revistas literarias; algún suplemento cultural; la última recordatoria de Frávega; el primer y único recibo del gimnasio Vip-ceps o algo así; una publicidad de El Noble Repulgue; el ángulo perdido de un indescifrable chocolate ya roseta hecho piedra; Sertal; una foto de cuando era flaco; un manuscrito ajeno dado para corregir que me sacará mi tono; un poco de Cortázar que me lo devolverá; monedas, un número de teléfono sin más datos; 721 libros: poetas rosarinos y narradores del mundo. Cada seis o siete meses dichos libros se renuevan gracias a un imperceptible proceso de apropiación indebida a manos de mis dos hijas; y mi bien más preciado: un esclarecido artículo en el cual el poeta Pablo Makovsky dice la verdad acerca de Sabato. Algún día será póster. El artículo. Porque acerca de Sabato aún... no hay nada escrito.
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