|
domingo,
21 de
agosto de
2005 |
A sesenta años del fin de la Segunda Guerra Mundial
Japón sigue buscando a sus desaparecidos
Los restos de más de un millón de soldados muertos están dispersos en los antiguos escenarios bélicos
Kokichi Morimoto sólo conoce a su padre en fotografía: una imagen en blanco y negro de un hombre vestido con kimono fechada el 25 de diciembre de 1942, el día en que se incorporó como soldado a la guerra imperialista japonesa en Asia, de la que jamás volvió.
La familia recibió más adelante una carta militar confirmando la muerte de Toshio Morimoto el 3 de diciembre de 1944 a los 30 años durante una patrulla en Boikin, un pueblo en el nordeste de Papúa Nueva Guinea. Pero sus restos nunca fueron recuperados ni identificados.
"Si es difícil identificar a cada uno de ellos, al menos deberíamos traer de regreso a todos los que fuese posible para que descansen en paz", dijo Morimoto, de 62 años, que se ha unido a las familias dolientes que luchan por identificar los restos de los soldados desaparecidos.
En el sexagésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra, Japón enfrenta un sombrío recordatorio del precio que pagó por su guerra de agresión en Asia: los restos de la mitad de los 2.400.000 japoneses que murieron en ultramar no han sido recuperados. Y las perspectivas de que nunca se les encuentre son cada vez mayores.
Mientras familias como las de Morimoto esperan que los recientes progresos en las pruebas de ADN puedan ser útiles, el ministro de Salud de Japón, Hidehisa Otsuji, dice que los restos "se han vuelto tan frágiles que prácticamente se deshacen cuando uno los toca. Casi se han fundido en el suelo".
"En algún momento deberíamos efectuar una búsqueda intensiva y luego establecer un plazo definitivo", dijo Otsuji a un comité parlamentario.
De los japoneses que murieron en ultramar durante la guerra, incluyendo 300.000 civiles, unos 850.000 han sido identificados, la mayoría en China.Otros 350.000 restos no identificados están enterrados como soldados desconocidos en el monumento Chidorigafuchi de Tokio.
El resto -aproximadamente 1.160.000- están dispersos sin identificación en el vasto escenario de la guerra, desde los campos de batalla de Iwo Jima, Saipán y Okinawa en el Pacífico hasta Papúa Nueva Guinea en el sur, y Mianmar (Birmania), Mongolia y la ex Unión Soviética en el oeste.
Muertes sin sosiego
La cifra es muy inferior a las pérdidas de la ex Unión Soviética. Hay unos 2.300.000 combatientes de la Segunda Guerra Mundial de quienes no se sabe nada, según cifras del ministerio de Defensa ruso.
Los desaparecidos alemanes totalizan 1.300.000 soldados y civiles, dice el Servicio de Rastreo de la Cruz Roja Alemana. Y Estados Unidos desconoce el destino de unos 78.000 soldados, según el Departamento de Defensa norteamericano.
China y Corea del Norte, todavía indignados por las invasiones japonesas, prohíben el ingreso de los equipos japoneses de búsqueda. Pero grupos de veteranos, familias de víctimas y voluntarios han tenido mucha mayor libertad para operar en Rusia desde la desintegración de la Unión Soviética.
En Japón, la reverencia por los antepasados exige un entierro adecuado y ceremonias anuales. De todos modos las autoridades dicen que el interés está disminuyendo a medida que se diluyen los recuerdos de la guerra y van muriendo los sobrevivientes. Afirman que de 6.000 familias a las que se solicitó participar en pruebas de ADN, sólo respondieron 1.000.
Marimoto no se resignó. En el 2003, meses antes de su retiro, se incorporó a un viaje patrocinado por el gobierno a Papúa Nueva Guinea, donde el grupo excavó un campo de cultivo de vegetales y halló más de un centenar de restos de soldados japoneses desconocidos.
Los restos estaban demasiado descompuestos como para determinar si el padre de Marimoto se hallaba entre ellos. "Los esqueletos que aparecieron me dejaron desconsolado; abandonados durante tantos años en el medio de la nada y tan lejos de su patria", dijo Morimoto.
El esfuerzo continúa. A mediados de agosto, los restos de ocho soldados que murieron en 1939 en una batalla con los soviéticos cerca de la frontera entre el nordeste de China y Mongolia fueron traídos y aguardan exámenes de ADN.
Pero Japón carece de instalaciones para examinar restos tan viejos, y desde el 2003 solamente se han identificado 67 muertos en la guerra.
Keiko Tatsumi, una mujer de 66 años, se niega a abandonar sus esperanzas. Ha hecho varios viajes al este de Papúa Nueva Guinea, donde según otros veteranos su padre Tatsuo fue visto vivo por última vez hace 62 años.
La búsqueda también hizo comprender a Tatsumi el papel agresor de Japón en la guerra. Los aldeanos le dijeron indignados cómo los soldados japoneses habían asesinado a sus familiares.
"Sólo quería estar donde mi padre pasó sus últimos días -afirmó Tatsumi-. Le prometí a mi padre que regresaría para buscarlo". (AP)
enviar nota por e-mail
|
|
Fotos
|
|
Kokichi Morimoto conoce a su padre, soldado en la Segunda Guerra, por una fotografía.
|
|
|