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miércoles,
10 de
agosto de
2005 |
Misión, escuchar
Nila tiene 65 años y desde el 2003 cada semana dedica tres horas de su vida para escuchar los problemas de los demás a través del teléfono. Luego de jubilarse como docente y casar a los hijos, decidió efectuar algunos cursos. Para eso se dirigió al Cepram (Centro de Promoción del Adulto Mayor), sin saber que allí encontraría lo que hacía años estaba buscando.
"Llegué al Cepram para hacer un curso. Quería hacer algo que me mantuviera activa también intelectualmente. Empecé con un curso de inteligencia en acción y luego hice el de la magia de contar cuentos. Allí me decidí a ser parte del ATM (Acompañamiento Telefónico al Adulto), algo que tenía pendiente hacía años. Siempre desde la docencia tuve la inquietud de hacer algo más por los adultos", confió Nila a La Capital.
Abuela de tres nietas, una vez por semana sube a su auto para ir hasta la sede del Cepram. "Vengo como si fuera un trabajo, explica. Tengo que cumplir horarios. Lo hago con dedicación y amor, tratando de influir en algo para que los demás se sientan bien. En la charla uno se da cuenta de que la persona se siente aliviada, se nota por el cambio de la voz y de la expresión", reconoció. Nila comentó que cuando se pone al teléfono su misión es escuchar.
Los voluntarios tienen dos horas por semana para su propia contención. En el grupo supervisado por profesionales comentan si tuvieron alguna dificultad o si perciben que algo puede mejorar. A través de las reuniones se consolidó la amistad y hoy los voluntarios comparten momentos fuera del Cepram.
Ante la pregunta de porqué se dedica a esta tarea, Nila responde con sinceridad: "quiero estar cerca de la gente", dice. "No me gusta el dolor de las personas y pienso que a través del ATM puedo aportar un poco de alivio aunque más no sea escuchándolo. Sé que al hablar los problemas se siente un gran alivio", concluyó.
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