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 domingo, 31 de julio de 2005  
Panorama político
Elecciones que no enamoran

Mauricio Maronna / La Capital

A una semana de los comicios internos a concejal, los interrogantes suman más que las certezas. Sin mayor entusiasmo popular, son varias las cuestiones que se pondrán en juego el 7 de agosto, comenzando por la viabilidad de un sistema electoral que hará el debut sobre el mismísimo terreno de juego, sin demasiado tiempo de pretemporada.

Pese al ampuloso rótulo de elecciones internas abiertas, obligatorias y simultáneas, solamente en tres frentes y/o partidos (Frente Progresista, Frente para la Victoria y PDP) habrá compulsa para dirimir la nómina de candidatos que, el 23 de octubre, lucharán por lograr algunas de las once bancas que se ponen en disputa.

Una primera contradicción surca el horizonte preelectoral: la gente, en su mayoría, aduce carecer de entusiasmo para ingresar a un cuarto oscuro pero, según algunas encuestas, concurriría a votar para no tener luego problemas que sobrevengan de la abstención o para evitar tener que visitar una seccional policial o delegación del gobierno provincial, donde se entregan las constancias de no emisión del sufragio que el ciudadano deberá devolver hasta 60 días después del acto.

Las excusas aparecen a todas luces como preocupantes si se tiene en cuenta la importancia de la representación popular en tiempos de democracia. El flamante sistema (y esto fue advertido en el mismo momento en que el proyecto asomaba a la luz pública) origina problemas de financiamiento en los partidos chicos que, sin recursos a la vista, deben participar de dos tenidas electorales en poco más de dos meses.

Un ejemplo vale más que mil palabras: algunas agrupaciones distribuyen sus votos en la vía pública acompañados por un folleto que aclara que esas boletas no se encontrarán en el cuarto oscuro el día 7 de agosto "por problemas económicos".

Esa es, a priori, la mitad vacía de la botella, que se completa con la obligación que tienen los partidos con lista única de tener su referencia en los locales de votación y que, obviamente, gozarán de muchos menos adherentes que los frentes que sí deberán competir entre candidatos que jugarán sus pequeñas batallas.

De cara al último tramo, el panorama se enrareció en el Frente Progresista, donde el indomable Jorge Boasso logró finalmente sacar de quicio no solamente a su competidor Horacio Ghirardi sino también al mismísimo intendente Miguel Lifschitz.

El actual edil radical desplegó toda una gama de excentricidades para atraer la atención de los rosarinos: desde los afiches que mostraban galeones desafiantes hasta el regalo masivo de relojes de plástico destinados a "despertar la conciencia de los radicales".

Ghirardi declaró al comienzo de la semana que si Boasso perdía las elecciones debería renunciar a integrar la lista en octubre y el intendente se quejó de la incongruencia de tener que disputar en un mismo espacio con quien se muestra como su crítico más feroz.

La alianza radical-socialista muestra un hueco imposible de tapar: Ghirardi y Lifschitz son los que dominan el 95 por ciento de la actividad proselitista de la lista, mientras que el resto de los integrantes permaneció fuera de la escena durante todo este tiempo de campaña. El jefe del Palacio de los Leones sabe que a la hora de plebiscitar su gestión (como dijo que sucedería hace varios meses) de poco le sirven los candidatos radicales, un partido que sigue columpiándose entre el divisionismo y la ausencia de figuras representativas.

El Frente Progresista necesita que dentro de siete días los ciudadanos independientes dejen de lado su escaso interés para acercarse a las urnas y ratifiquen en los hechos (poniendo el voto) la buena imagen que la actual gestión recoge en amplias capas de la población.

Al margen de la lista oficial y de la de Boasso, Gonzalo del Cerro y Omar Paredes intentan captar las voluntades de los rosarinos con "identidad radical" que no sienten simpatía por los demás correligionarios que se dispersan en otras nóminas.

¿Logrará Boasso derrotar al oficialismo municipal? Aun perdidoso, ¿su caudal de votos le permitirá navegar en la campaña como un submarino enemigo pese a llevar las mismas banderas que la coalición progresista? Esos son los grandes dilemas que se develarán dentro de siete días.

La respuesta está solamente en la gente. Si la abstención se constituye en el dato saliente, los aparatos partidarios serán los únicos encargados de dirimir la cuestión. De darse esta última opción, no son pocos los justicialistas que, en voz muy baja, manifiestan su deseo de cometer "una travesura" y poner en el cuarto oscuro la boleta del hombre de los relojes.

Resultaría una pésima noticia que, tras la impresionante ola de críticas que terminó por derribar la ley de lemas, el flamante diseño debute con un estrepitoso fracaso, o que la única motivación para no ausentarse sea la de "poner cualquier cosa en la urna" con tal de no sufrir alguna multa por el faltazo.

En realidad, toda arquitectura diseñada con la voluntad de mejorar los niveles de representatividad y transparencia tiene que ser integrada por las cualidades personales de quienes ofertan sus candidaturas. Y ese es el verdadero déficit que atraviesa la provincia de Santa Fe, no solamente Rosario.

La mitad llena de la botella que ofrecen las primarias viene de la mano de la ausencia de histeria y de la retahíla de postulantes impresentables que ofrecía la ley de lemas.

Cuando pase el temblor del 7 de agosto los partidos o frentes deberán extremar su capacidad para ganarse la voluntad del rosarino común: al estar en juego solamente once lugares no habrá demasiado espacio para propuestas despojadas de realismo ni para hombres y mujeres que no acrediten algún mérito para sentarse en una banca del Palacio Vasallo.

Como un buen dato, el justicialismo transcurrió la campaña sin agresiones internas, aunque sobre el final los candidatos empiezan a mostrar algún matiz relativamente filoso. Esteban Borgonovo amplifica sin pudores en la edición de hoy que Osvaldo Miatello es el candidato de la Gobernación y lanza una explícita crítica a quienes se prenden de un referente provincial o nacional para obtener un lugar más notorio en la marquesina.

Walter Palombi resulta toda una incógnita si se tiene en cuenta que su primer lugar en la lista obedece al salto nacional que pegó Agustín Rossi, hoy primer candidato a diputado. Daniel Peressotti continúa con sus recorridas por los barrios tratando de pegar su rótulo profesional (conocido por la red de farmacias) a la postulación.

La oferta justicialista se completa con dirigentes que reivindican el "peronismo histórico" y critican el nuevo touch progre que baja desde el kirchnerismo (tal el caso de Emilio Rodes) o la defensa lisa y llana de Carlos Menem (como Osvaldo Dolce y Fernando Burgoa).

El menú es interminable, y aquí se citan solamente algunos ejemplos de la acuarela preelectoral que deberá pasar el tamiz de las elecciones internas. Quienes desde mañana se sienten frente a los televisores para descargar tensiones con los programas pasatistas de horario central verán pasar ante sí una multitud de rostros, consignas y jingles que les darán a la campaña algún punto de parentesco con el show previo a cada contienda electoral.

¿Se podrán distinguir las virtudes de algún solista en medio del tachín tachín de una orquesta que muy lejos está de sonar afiatada?

Al tiempo que los rosarinos dirimirán sus pequeñas cuestiones domésticas, nadie deja de observar, aunque sea de soslayo, el continuo desmadre que parece sobrevenir en los ejercicios previos a la madre de todas las batallas.

La provincia de Buenos Aires es una especie de polígono donde Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde, representados por sus esposas, marcarán el destino del peronismo. A esta altura, es lo mismo que decir que del resultado de esa pelea sin códigos dependerá el futuro institucional de la Argentina.

Por el tenor de los insultos, las acusaciones cruzadas y, fundamentalmente, con la decisión del presidente de ponerse al frente de la campaña "Cristina senadora", después de octubre nada será demasiado igual.

El país sigue correteando muy cerca de colectoras que no conducen a otro lugar que no sea la anormalidad. Habrá que rogar que la muñeca del piloto sea lo suficientemente dúctil como para evitar un barquinazo fatal.


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