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 domingo, 31 de julio de 2005  
Reflexiones
Muchos nervios y más repartos

Carlos Duclós / La Capital

Una persona que ha estado ausente del país por varios años y hubo de permanecer en ese tiempo en un lugar remoto del universo, sin acceder a la información de lo que ocurría aquí, a poco de pisar suelo argentino, y aun sin leer los diarios ni mirar televisión, exclamaría sin dudas por estos días: "¡Están en vísperas de elecciones!". No hace falta, desde luego, explicar al lector el por qué de tan inmediata conclusión: años de ejercicio democrático y las malas costumbres de la dirigencia indican que cuando los funcionarios y políticos salen en los medios de prensa o a las calles a ofrecer el oro y el moro, a prometer realizaciones y a distribuir fondos a diestra y siniestra, o comienzan una obra -por minúscula que sea- con gran aparatosidad y cartelería como si fuera el anuncio de una gran y nunca vista kermesse, pues es porque en los próximos días hay que elegir a alguien.

Claro que los síntomas de un acto eleccionario son también otros: se descalifican unos contra otros, se reparten mayores planes y beneficios para los pobres e indigentes no sin antes advertirse al que recibe que "si no salgo electo esto se termina", y hasta suele decirse que en una interna partida se compran las conciencias de los punteros fuertes, aquellos que son capaces de arrear muchos votos para el candidato, con dinero contante y sonante.

El argentino ausente detectaría a su retorno, y de buenas a primeras, que algunos candidatos están nerviosos, lo advertiría en sus discursos, en sus arranques espontáneos -carentes de previa reflexión- que son impulsados no por el odio o el rencor hacia el adversario, sino por el conocimiento de que las encuestas serias lo están ubicando en un lugar nada venerable para el cargo que ocupa o para el propósito político que alberga. Este es un breve y superficial repaso de la situación que vería el retornado argentino, luego de su estadía en una lejana galaxia, en los órdenes nacional y local.


Un presidente preocupado
El presidente Kirchner está preocupado, de lo contrario no perdería tanto tiempo en actuar como un candidato más. En realidad nuestro argentino ausente recién llegado al país creería en un primer momento que el primer mandatario es el candidato a senador nacional, y no su esposa. Y no hay dudas de que K. está bien preocupado y ello se manifiesta en la importancia que le da a Eduardo Duhalde, sobre quien pone, cada vez que puede, un descalificativo sobre sus espaldas, agrandando su figura en vez de conseguir lo que persigue. El caudillo bonaerense sólo se limita a guardar prudente silencio y apenas ha dicho en las últimas horas que considera "actos de irresponsabilidad" los dichos de Kirchner y tan hábil como un ajedrecista de primer nivel mundial sólo respondió a los ataques diciendo que actuará con "doble responsabilidad". Después de todo, no se puede olvidar que cuando el país se derrumbaba como la costa del Parque España, fue Duhalde el que lo salvó y fue el que aun teniendo la posibilidad de permanecer en el poder se retiró dándole paso a su ahijado político luego de que el Lole Reutemann, lamentablemente, le dijera no al ofrecimiento del bonaerense para que fuera el candidato a presidente.

Pero los nervios están más crispados en el kirchnerismo desde que una sombra revolotea por algunas mentes de la pingüinera: ¿los dirigentes duhaldistas que entraron a la estructura K. son leales o sólo son "quintas columnas" del mago de Lomas de Zamora? Un dirigente duhaldista acaba de decir recientemente: "Los muchachos están alquilados, no se vendieron. Pobres, nos dicen que no les queda otro camino, que los comprendamos....aquí vienen todos". ¿¡Pequeño detalle, no?!


Rosario y la alteración emocional
No existen dudas de que el síndrome de la alteración emocional también se instaló en nuestra ciudad y en algunos candidatos a concejal que deben dirimir en las internas qué puesto ocuparán en la lista final. Claro que algunos están más inquietos que otros, salvo en la democracia progresista, donde el periodista Luis Etcheverry parece ser el firme candidato a ocupar el primer puesto en la lista que competirá en las elecciones generales. En el frente conformado por socialistas y radicales la presencia del actual concejal y candidato a renovar la banca, Jorge Boasso, pone los pelos de punta a los socialistas y hasta el intendente le ha dado un lugar de privilegio al criticarlo. No es para menos: si Boasso (sin el apoyo de estructuras oficiales) hace una buena elección, como todos lo aseguran, se convertirá en uno de los principales referentes no sólo del Frente. Si llegara a ganar la interna, como algunos sostienen que puede suceder, pasando por encima del candidato socialista, entonces la historia política sería otra no sólo para el Frente, sino para la ciudad. No falta quien diga, refiriéndose a este supuesto, que "sería beneficioso para Rosario, porque aún cuando el socialismo hace una buena gestión toda hegemonía es mala".

En el justicialismo, o mejor dicho en el Frente para la Victoria, los nervios no están ausentes: un independiente dentro de su partido, un no bancado por padrinos políticos ni por organismos políticos estatales, Daniel Peressotti, tiene una intención de votos altísima, según varias encuestas, que preocupa a más de uno. Son pocos los que dudan sobre el hecho de que Peressotti ocupará un puesto de privilegio en las elecciones del 7 de agosto y se convertirá en otro referente de peso dentro del peronismo local. Si gana, como muchos ya auguran, habrá otra historia en la oposición local y el reutemismo sumará otro referente importante, porque todos saben que el farmacéutico es un seguidor del Lole Reutemann.

Todas estas realidades crispan las terminales nerviosas de ciertos candidatos y funcionarios y hacen a algunos a actuar en consecuencia a veces disparatada: discursos envenenados, promesas que no se cumplirán y hasta reparto de cosas y más cosas. Claro que ya es un hecho comprobado que los muchachos agarran todo y después votan a su gusto porque saben que las dádivas eleccionarias no soluciona el problema de fondo, el desamparo, que les pone los nervios a la miseria, aunque esta alteración no se pueda comparar, claro, con la de ciertos políticos.


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