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 domingo, 31 de julio de 2005  
Identidad femenina: heridas del pasado

Cuando una mujer pierde a un ser querido, el camino a recorrer para sanar las heridas es duro y doloroso. Con esa pérdida, se va también parte de la identidad femenina. Sería muy fácil percibir las fallas en la femeneidad y cerrar una puerta al pasado. Si bien es lo esperado, la pérdida se sigue acarreando o llevando sobre los hombros por mucho tiempo. Esta crisis pone al descubierto las relaciones maternales y los desencuentros con ella misma, porque si una mujer no se puede sentir cerca de la madre que lleva dentro, tampoco puede tener una femeneidad propia (es en este momento en que se perciben las fallas en los modelos femeninos que se vienen arrastrando por generaciones).

Sin duda muchos de esos modelos ostentan fallas de fuerza o seguridad, y lo redescubrimos en el dolor. Algunas de las heridas de la infancia emergen y son mucho más dolorosas en la adultez. A partir de este hecho, es probable que se refloten recuerdos de la "madre ausente" y la mujer vuelva a sentirse "atemorizada, desamparada, convertida en una niña". Aquellas pesadillas en las que fue rechazada o herida cuando era pequeña emergen como dolor infantil provocando confusión.

Es justamente en ese "terreno pantanoso" donde se vuelve imprescindible desterrar las heridas del pasado. Nunca es fácil admitir que como mujeres adultas aún se tienen asuntos inconclusos con la figura materna que requieren ser enfrentados y sorteados, aunque ello signifique tocar lo más profundo de la "llaga existencial". Toda la identidad del pasado y del presente está en juego. Por eso es común que aparezcan aspectos que no nos agradan de la madre y que habíamos prometido no imitar, y son justamente esas características que conscientemente juramos no soportar y no imitar lo que inconscientemente más calzan y con las que nos identificamos.

Este fenómeno ancestral se asemeja en forma análoga a un cordón oculto que nos ata a nuestros padres: un corredor por el que circulan pensamientos o emociones recurrentes que existen y que casi siempre se mantienen ocultas. Muchas mujeres se las ingenian para superar esta situación, pero muchas que son abandonadas o dejadas por "sus hombres" sienten que flaquean sus fuerzas a partir de perder la confianza en su rol como mujer: se ven poco atractivas, poco deseadas transmitiendo esas imágenes y sentimientos a sus hijas mujeres cerrando así el circulo de víctimas y victimarios.

Aprender a conocer y aceptar esta parte oculta que toda mujer posee es un trabajo difícil, apasionante y necesario para no repetir la historia.

Juan Miguel López

Psicólogo
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