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domingo,
24 de
julio de
2005 |
El discípulo de Lisandro de la Torre
Víctor N. Vimo
Enzo Bordabehere también se incorporó a la historia. Quizá no todavía a la historia escrita, pero sí a la historia moral de un pueblo a quien por falta de la debida información documentada, se le negó el derecho de conocer a un auténtico demócrata.
Es apasionante y digno de un mejor análisis su acción parlamentaria y después de estudiar su polifacética lucha con real vocación de servicio para cumplir honradamente con el mandato popular, comprendí las razones por las que se segó su vida en el Senado de la Nación: eliminar a un adversario peligroso y dejarlo a Lisandro de la Torre en el Senado solo, sin apoyo.
Sólo la enunciación de los cargos que desempeñó, lo denuncian como el político formado en la escuela principista de Lisandro de la Torre, su Maestro, asimilando sobradamente sus enseñanzas para el arte de la política, señalándola como una actividad responsable y estrictamente ética para servir al pueblo y no servirse de él. Este era Enzo Bordabehere, sin expresiones estridentes y con un perfil político de íntimas convicciones democráticas.
Ejerció el tribuno de nuestra historia, respaldado democráticamente con el consenso de sus correligionarios, la titularidad de la Secretaría General del Partido Demócrata Progresista con asiento en la ciudad de Rosario; se lo considera como un hombre templado en las azarosas luchas políticas, a las que no rehuía y enfrentaba el peligro con singular serenidad. De frente vivió y de frente murió, y sólo por la espalda podían segar su vida.
(de "Raíces históricas de la corrupción en Argentina: 1890-1993")
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Fotos
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Caricatura. En la revista Monos y Monadas.
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