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domingo,
17 de
julio de
2005 |
Rosario desconocida: la amnesia y el olvido
José Mario Bonacci (*)
Metafóricamente definimos a la ciudad como un cuerpo vivo que late y se conmueve. Esta valoración hace a las emociones y a los estados de ánimo de sus habitantes. No es errado ni difícil hermanar los sentimientos individuales o colectivos con mensajes que la propia ciudad transmite o sugiere a su gente, o a quienes humanamente se dispongan a escucharla. Si es verdad que una casa es el reducto íntimo de una familia, entonces la ciudad reafirma su condición de casa grande que contiene al complejo social todo. Hay ejemplos en la literatura, en la música, en el cine y en tantos capítulos de la cultura universal como se desee imaginar. El latir de la ciudad o de cualquier conjunto grande o pequeño en que un grupo humano se sienta cobijado estará siempre presente un mensaje callado y persistente que la piedra construida emite como en un acto mágico dirigido hacia quienes la habitan.
El filme "La familia" de Ettore Scola, muestra a la casa como sensible testigo de la vida que escucha y se hace oír. Cualquier novela de Ada Donato tiene a la ciudad como un personaje más emitiendo sentimientos. El tango ofrece ejemplos por cientos: "Casa viejas", de Canaro; "Caminito", de Filiberto; "Puente Alsina", "El Bulín de la calle Ayacucho", el vals "Pedacito de cielo"...
La soledad, el misterio de la noche, lo impensable, está patentizado magistralmente en "Buenos Aires hora cero", de Piazzolla... Sin embargo, esos mensajes que la ciudad emite de continuo, en la mayoría de las ocasiones no son atendidos. Es un cuerpo que se ofrece para ser amado, cuidado, estudiado y transformado responsablemente. Sin embargo los desatinos se repiten irresponsablemente. Y si se recorre la historia reciente se comprueba que el ritmo crece obsesivamente. La especulación, la voracidad del dinero y otros parientes cercanos, son la punta de lanza de esos desatinos. Así la ciudad va perdiendo partes de su cuerpo orlados por valiosos momentos de su memoria, se desintegra, cae en el olvido y la amnesia lo devora todo. Nutridos ejemplos ayudan a recordar demoliciones irreparables que son del conocimiento público.
El Mercado Central, la vieja Bolsa de Comercio, el mirador de Chiessa, los palacios Pinasco, Staffieri, y residencias de gran valor ubicadas sobre bulevar Oroño, la sorda amputación del Liceo Avellaneda, sin que nadie se conmoviera. Intentos detenidos, como la idea de hacer desaparecer la iglesia de Fisherton, o el abandono casi eterno que algunas venerables construcciones ostentan, mostrando sus llagas ante la mirada impávida de propios y extraños.
Poderoso don dinero...
Nuestro gran amigo y maestro de la vida profesional arquitecto Emilio Maisonnave (padre) nos expresó alguna vez, textualmente: " mirá Bonacci, a la ciudad no la hicieron los ingenieros ni los arquitectos, sino las inmobiliarias y los especuladores de la tierra". Y nos animamos a pensar que aunque duela, es verdad aquello de "poderoso caballero es don dinero..."
En el mundo entero y en tiempos aún cercanos, hay ejemplos emocionantes sobre protecciones patrimoniales. En 1929, Le Corbusier construye la Ville Savoye, ícono del siglo XX en cercanías de París. Invadida la zona por los nazis en tiempos de la guerra, esta casa fue vilipendiada, arruinada y maltratada en múltiples aspectos. Abandonada por décadas y hoy restaurada, luce honrando la memoria y el aporte de semejante maestro. Se muestra como un museo de la buena arquitectura, amueblado con piezas que el mismo Le Corbusier había diseñado y que hoy "están de moda", como si en algún momento no lo hubieran estado por su calidad intrínseca y por su conversión en documentos clásicos del siglo pasado. Mies van der Rohe diseña el pabellón alemán para la Exposición Internacional de Barcelona en 1929. Una obra sublime del racionalismo en su esencia más pura, con una técnica de avanzada. Terminada la muestra, fue demolida y sus columnas metálicas cortadas a ras de tierra. Con ello quedó fortuitamente enterrado en escala real el replanteo de la obra junto a otros componentes del basamento. En 1986 un equipo de arquitectos españoles dirigiendo la compleja tarea, finalizó la reconstrucción absolutamente fiel de esta joya. Entonces volvió a brillar en su valor gracias a un notable esfuerzo de recuperación de una obra de arte que se ofrece como admirable legado del siglo XX. Nada es imposible, si se emplea inteligencia y un firme propósito ejecutor.
Protección del patrimonio
Existe hoy un Programa de Protección del Patrimonio local que insumió esfuerzos y años de ajuste para ser puesto al servicio de la ciudad. ¿Por qué no escuchar su mensaje? ¿Cómo detener este impulso a la desaparición que constantemente el cuerpo urbano denuncia? Por dar un ejemplo, nos tienta el preguntar ¿qué sería de alguna ciudad milenaria como las hay en Europa con la indiferencia que nos caracteriza? Y esta duda se ejerce al considerar que la ciudad contabiliza apenas 150 años de vida y es difícil determinar presencias de importancia venidas del siglo XIX en número elevado. La amnesia social nos ha birlado gran parte de nuestra historia construida, sin retorno posible. Si hasta parece un milagro ver trabajos de restauración y reconstrucción en los Tribunales Viejos (hoy Facultad de Derecho). No se recuerda haber observado tareas de mantenimiento en el venerable edificio en los últimos cincuenta años. Así lo denunciaron durante décadas los yuyos y malezas que se recortaban contra el cielo, aludiendo más a los jardines colgantes de Babilonia, que a un edificio público ubicado en la pampa húmeda. Y no debe olvidarse que este presente se debe a un acto de irresponsabilidad que desató un voraz incendio en sus entrañas, mucho antes de que Cromagnon se convirtiera en monstruoso ejemplo del horror.
Ahora la ciudad vuelve a sorprenderse por el intento de demoler una valiosa persistencia en bulevar Oroño 1359, con 99 años de existencia y sobre lo que se explayaron ampliamente por estos días los medios de comunicación locales. Aun en países de estrictísimo ejercicio y respeto por el concepto de propiedad privada se ejercen leyes que contemplan casos como los comentados, evitando el vaciamiento cultural que una ciudad puede sufrir. ¿Construiremos alguna vez una conciencia colectiva fuerte y valiente que impida el birlaje de la historia construida?
A pocas semanas de las elecciones, por tercera vez en menos de un año, el monumento a Sarmiento vuelve a ser vilipendiado con propagandas de todos los colores y modelos. No se tiene una mínima compasión por su memoria. Aun cometiendo errores como ser humano que fue, dejó en cambio al país la herencia del mejor modelo de educación pública posible para su tiempo. Un legado que en las últimas décadas se ha procurado exterminar sin remordimientos. Tapiales, muros, veredas y pavimentos se ven cubiertos con leyendas pintadas hasta el hartazgo.
Las pegatinas de afiches completan el coro y la ciudad, callada, lo soporta sabiendo que no será ésta la última vez, si no nace un verdadero concepto del respeto civil hacia el lugar que nos sirve de cobijo y que nos enorgullece por encima de todo, aunque nos duela.
El futuro y el esfuerzo a realizar tienen la palabra que alimente la esperanza...
(*)Arquitecto
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Fotos
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Tribunales viejos. La restauración luego del incendio desatado en el lugar.
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