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 domingo, 17 de julio de 2005  
Homicidio de una anciana en 9 de Julio al 600
Sobreseyeron a un cadete al que le imputaron un crimen
Lo acusaban por la muerte de Edith Pagnucco, ocurrida en noviembre pasado

María Laura Cicerchia / La Capital

Un joven cadete de una farmacia que estaba acusado de matar a una mujer de 70 años el día que se inauguraba en Rosario el III Congreso de la Lengua Española fue sobreseído al no poder demostrarse que tuviera relación con el hecho. El muchacho fue apresado porque una vecina de la víctima señaló su foto en un álbum policial. Pero luego, en una rueda de reconocimiento, la mujer dijo que el joven sólo tenía cierto parecido con uno de los atacantes que ingresaron aquella tarde al departamento de barrio Martin.

"No tuve nada que ver con este hecho", respondió el cadete Luciano Hernán Avalle, de 26 años, cuando lo interrogaron por el crimen de Edith Pagnucco. El muchacho sostuvo que a la hora del crimen estaba trabajando como cadete de una farmacia. Sin evidencia que lo involucrara con el asesinato, ahora el juez de Instrucción Jorge Eldo Juárez le dictó el sobreseimiento, en suplencia del juez original de la causa.

Avalle quedó detenido el 27 de diciembre de 2004. Ese día se presentó en la Jefatura de Policía porque sabía que lo estaban buscando por el asesinato que ocurrió el 17 de noviembre del año pasado en un departamento de 9 de Julio al 600. Ese mismo día, a tres cuadras de allí, se inauguró el III Congreso de la Lengua Española en el teatro El Círculo, bajo un riguroso operativo de seguridad.

Edith Irma Pagnucco vivía sola en un departamento de planta baja del edificio de 9 de Julio 620. Era viuda y no tenía hijos. Cobraba una pensión y su entorno familiar se reducía a dos sobrinos. A las 16.30 la mujer miraba televisión con María C., una vecina de 76 años, cuando sonó el portero eléctrico. Un joven rubio, de ojos claros, de unos 25 años, le dijo que tenía ropa de su sobrino para lavar y que volvería más tarde a dejarle el bolso.

Al rato volvió acompañado de otro muchacho. Edith les abrió la puerta y los jóvenes la llevaron a empujones hasta el departamento. Allí le ataron las manos y la sometieron a la una golpiza tremenda, tras encerrar a su amiga en el baño. Ante la insistencia de la mujer asegurando que no tenía dinero, empezaron a revolver la casa en busca de cosas de valor. Se llevaron un equipo de música y algo de dinero.

Edith quedó tendida en el piso, inmóvil. Tenía excoriaciones en el rostro, lesiones en la mucosa oral y moretones en las rodillas. No quedó claro si falleció por un síncope que le interrumpió la circulación o por un paro cardíaco. Pero se determinó que la muerte fue desencadenada por el terror que le provocó el ataque.

Otros vecinos vieron a los dos agresores esa tarde en la puerta del edificio. Entre ellos, una chica que al salir a la calle les prohibió ingresar por "razones de seguridad". Esta joven confeccionó un foto fit de uno de los jóvenes. Lo describió como un muchacho de unos 26 años, con barba candado, de 1,75 metro y de "cara alargadita". En un mosaico fotográfico señaló a Avalle, quien por ese motivo se convirtió en sospechoso. Pero luego, en una rueda judicial, la joven descartó que se tratara del maleante. "Es parecido en un 60%. El sujeto que vi tenía los ojos más redondos", puntualizó.

Durante la investigación no se demostró que Avalle estuviera trabajando en el horario del crimen: ese día trabajó de 9 a 16 en la farmacia y de 18 en adelante en una rotisería de Italia y Cerrito. Pero el listado de llamadas entrantes y salientes al domicilio de la víctima no comprometió al joven cadete. Tampoco se constató que tuviera relación con el sobrino de la mujer. Cinco meses después de su detención, el 11 de mayo, recuperó la libertad por falta de mérito y finalmente fue sobreseído.
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El edificio donde ocurrió el crímen.


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