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domingo,
17 de
julio de
2005 |
La visita a Ciudad del Este
Newell's venía dándole duro al trabajo desde el viernes de la semana pasada. Por eso, como todo el mundo, los jugadores necesitaban de un día de descanso, pero no toda la jornada transcurrió a ritmo tan tranquilo. Es que el plantel conoció ayer, durante algunas horas, otro mundo, un lugar donde todo parece posible, que vive al compás frenético de la oferta y la demanda. Una nueva Babilonia. El cielo y el infierno juntos en unas pocas calles. Ciudad del Este, claro.
Los horarios se cumplen a rajatabla, en los entrenamientos no se pierde ni un minuto, pero Juvenal Olmos no quiere que la pretemporada sea opresiva para los jugadores. Por eso, les suele dar ratos libres para el esparcimiento que se gozan en el complejo hotelero. Así, el campeonato de play station (hay cuatro que se instalaron en habitaciones diferentes y es tan completa la competencia que hasta hay fixture con partidos de local y visitante) y los partidos de ping pong se convirtieron en pasatiempos favoritos. Pero Olmos también planificó actividades fuera del fútbol para reforzar la unión grupal y por eso ayer decidió una excursión matinal por dos fronteras hacia la torre de Babel paraguaya, donde reina la anarquía más absoluta, o más bien, donde el mercado libre ejerce una soberanía indiscutida.
Por suerte para la delegación, ninguno de sus integrantes condujo el vehículo hacia el lugar que pondría los pelos de punta al piloto más avezado. Un caos difícil de describir, un desgobierno absoluto impera como ley de tránsito, tanto de rodados como de peatones. Las bocinas consumen las baterías y lograr cruzar las calles amerita un premio. Plantel y cuerpo técnico cruzaron la puerta abierta de la frontera paraguaya confiados en la pericia de un chofer con experiencia, acostumbrado a frenar mil veces, arrancar otras tantas y a tener los reflejos elásticos para evitar a los peatones que parecen ir empujándose unos con otros. Y eso que ayer, a decir de los expertos, no hubo tanta gente en esta ciudad que atiende los 365 días del año.
El micro estacionó a cuatro cuadras del punto nudal y allí se manejaron en grupos, porque ir todos juntos hubiera resultado imposible, citándose a las 14.15 para emprender el regreso. Y como los visitantes son en su mayoría brasileños, y en mucho menor medida argentinos, europeos y estadounidenses, los jugadores pasaron desapercibidos en la multitud que los envolvió desde entonces. Los comercios están tan dominados por mercaderes turcos, árabes y chinos, que los paraguayos prácticamente no tienen presencia, ni en los puestos de venta ni, mucho menos, en las sucias calles. Por eso, el arquero de la selección guaraní Justo Villar pudo manejarse como uno más, sin que le prestaran demasiada atención.
Algunos integrantes de la delegación, como el dirigente Marcos Lanzillota y el ayudante de campo Jorge Higuaín, pocos amantes del bullicio y de la fricción de una caminata donde a cada paso hay ofertas de cualquier cosa, prefirieron sentarse a tomar un café en el shopping Monalisa, un submundo que respira algo de paz. El resto anduvo por ahí, asomándose a una galaxia de tanto descontrol que casi no se ven agentes de seguridad en las calles, pero en cambio muchos locales apuestan en la puerta a policías con intimidantes Itakas. Eso sí, más allá de la permanente sensación de inseguridad (sobre todo por los arrebatos de motoqueros, los que a su vez ofrecen servicios de taxi para cruzar el puente fronterizo), existe un cierto código de convivencia en el caos, porque de otra manera el brutal negocio no funcionaría.
En todo caso, el robo está detrás de un mostrador donde los comerciantes ganan más o menos por sus mercaderías hechas en ignotos lugares y sin ningún tipo de control impositivo, de acuerdo a la mayor o menor renuencia del comprador a pagar lo que le piden. Los precios son tentadores sólo para los grandes artículos electrónicos, claro que sin la más mínima garantía. La mejor de ellas es el consejo de algún conocedor, pero nada más. Claro que nada compensa el estrés que produce moverse dentro de este circuito sin reglas.
Vale por cierto la pena trasladarse a un sitio así para conocer, por ejemplo, qué control ejerce Paraguay en su territorio, lo mismo que Brasil, cuya libre frontera también es una tentación para arribistas, contrabandistas y traficantes de cualquier cosa. Lo cual realza el cuidado que sí existe por parte de Gendarmería Argentina, aunque nunca sea suficiente.
Después de este trajín más que instructivo, el plantel regresó a la hora señalada y hoy por la mañana volverá a trabajar en Foz de Iguazú, mientras que por la tarde, si la lluvia lo permite (ayer cayó mucho agua a la madrugada y a la tarde), habrá una nueva excursión, esta vez a las Cataratas del Iguazú. Allí, seguro, los envolverá la paz de la naturaleza no alterada por el hombre.
G.C.
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Fotos
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Las calles de la ciudad.
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