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 domingo, 17 de julio de 2005  
Hace sesenta años, EEUU probaba con éxito la primera bomba atómica
El mundo reposa sobre un barril nuclear
La invención del arma más poderosa y letal marcó por siempre las relaciones entre las potencias

GABRIELE CHWALLEK

Washington. - En la gris madrugada del 16 de julio de 1945, hace 60 años, comenzó la era de las armas atómicas. A las 5.29 horas y 45 segundos, un imponente hongo atómico se levantó sobre las tierras de Alamagordo, en el desierto de Nuevo México, anunciando que el primer ensayo nuclear había acabado. El científico que vigilaba el proceso, Robert Oppenheimer, también conocido como el "padre de la bomba atómica", contempló la detonación desde una segura distancia. En ese momento, se le cruzó por la cabeza una vieja frase hindú: "Ahora seré yo la muerte, el destructor del mundo".

Tres semanas después, el dicho se hacía realidad con las bombas atómicas estadounidenses que en agosto de 1945 cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki. Desde entonces no se han vuelto a utilizar armas nucleares, pero su influencia se ha dejado sentir con fuerza. La conciencia del apocalipsis que se avecinaría si alguien pulsaba el botón fue la base de un concepto de seguridad, "el equilibrio del temor", que marcó las relaciones entre EEUU y la extinta Unión Soviética.

Cada parte agotó los esfuerzos por contar con armas más modernas, sabiendo que un ataque acabaría inevitablemente borrando a todos los contrincantes de la faz de la Tierra. Esta carrera armamentista consumió miles de millones que podrían haber sido destinados a programas sociales.

El mundo estuvo por lo menos una vez al borde de una nueva catástrofe atómica, una tercera guerra mundial con un infierno nuclear difícilmente imaginable. Fue en octubre/noviembre de 1962, cuando la Unión Soviética estacionó 150 misiles nucleares en Cuba.

A partir de entonces, la carrera armamentista se intensificó: hasta fines de los 80, las potencias atómicas de entonces -EEUU, la Unión Soviética, China, Francia y Gran Bretaña- acumularon cerca de 50.000 ojivas nucleares. Desde el fin de la Guerra Fría, una serie de acuerdos viene reduciendo esta cifra constantemente, pero el mundo todavía descansa sobre un barril de pólvora.

EEUU y la actual Rusia disponen aún de un arsenal suficiente para aniquilar el mundo varias veces, y el círculo de potencias atómicas se ha ampliado. Con India, Pakistán e Israel, tres países cuentan con armas nucleares en regiones inestables del globo, y las ambiciones nucleares de Irán representan un gran desafío para Occidente. Corea del Norte ha anunciado que posee armas atómicas, y la comunidad internacional intenta sin éxito que Pyongyang cancele su programa nuclear.

Los servicios secretos tienen además indicios de que el jefe de la red Al Qaeda, Osama Bin Laden, ha intentado hacerse con material nuclear, azuzando el fantasma de armas de destrucción masiva en manos terroristas.


¿Disuasión o amenaza?
El presidente estadounidense, George W. Bush, asegura que los llamados Estados hostiles y los terroristas constituyen "los nuevos desafíos del siglo XXI". El problema es que el concepto de seguridad de la disuasión atómica, que mantuvo en jaque a las grandes potencias durante la Guerra Fría, no funciona con esta clase de amenazas. Dictadores hambrientos de poder y criminales terroristas sin nación no se dejan amedrentar por la amenaza de una respuesta nuclear.

Robert McNamara fue secretario de Defensa del presidente John F. Kennedy durante la crisis de los misiles en Cuba y luego con Lyndon B. Johnson. Actualmente es un acérrimo adversario de cualquier política que apueste por las armas atómicas como medio de defensa o amenaza. Considera que la prerrogativa del gobierno estadounidense de utilizar primero estas armas en caso de amenaza es inmoral, ilegal, militarmente innecesaria y muy peligrosa.

Todo indica que EEUU mantendrá a largo plazo las armas atómicas como una parte fundamental de su estrategia defensiva. Actualmente se trabaja en prolongar la vida útil de viejas cabezas nucleares. Y el arsenal seguirá siendo igual de poderoso incluso después de la aplicación de los acuerdos de desarme pactados con Rusia. Ambas potencias quieren tener para entonces "sólo" 3.200 cabezas nucleares, con una capacidad destructiva 65.000 veces mayor que la bomba de Hiroshima. (DPA)
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El 16 de julio de 1945 un imponente hongo atómico rompía la calma del desierto.


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