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miércoles,
13 de
julio de
2005 |
Editorial
Basura: ¿problema con solución?
La instalación de contenedores en la geografía urbana rosarina ha demostrado ser un medio eficaz para resolver el que hasta no hace mucho era un auténtico dilema. Ahora resta expandir su empleo a toda la ciudad, además de retomar la clasificación de residuos en orgánicos e inorgánicos.
Rosario, no demasiado tiempo atrás, era una auténtica suma de problemas. La crisis había golpeado bajo el nivel de flotación de la ciudad: pobreza e inseguridad, entonces, treparon hasta niveles insospechados y desconocidos. Sin embargo, ese paisaje ha comenzado a cambiar de manera tan acentuada como sostenida. Al compás de un cambio de modelo económico que favoreció la producción en vez de la especulación -y que también benefició fuertemente al campo- la urbe resurgió y exhibe bajo la forma de hechos lo que en el pasado inmediato eran apenas posibilidades. Reactivación, obra pública en auge y explosión cultural se dieron la mano para cambiar radicalmente el panorama, transformando el pesimismo visceral de muchos en optimismo y empuje. Aun así, muchos lunares afean la cara de la ciudad: uno de ellos, lamentable e indisolublemente vinculado con el descuido de muchos de sus habitantes, es la basura.
Pero el dilema de los residuos no consiste solamente en la falta de conciencia ciudadana: es deber del poder municipal construir una estructura adecuada para resolverlo de manera satisfactoria. En febrero de 2001 dio comienzo un programa que hasta el presente ha mostrado más virtudes que defectos y que parece contar con el imprescindible aval de la gente. La instalación de contenedores se inició en la zona céntrica y los vecinos se adaptaron con velocidad a la propuesta: la inmediata consecuencia fue un positivo cambio en el aspecto e higiene urbanos.
El éxito del programa ha llevado a extenderlo a zonas cada vez más vastas. Anteayer se anunció que medio millar de unidades más se agregarán a las que ya están en uso, para cubrir así el cincuenta por ciento de las calles con cordón cuneta. Y tal vez pueda cuestionarse la utilización política que se le da al asunto en plena campaña electoral, pero ciertamente no la efectividad de los contenedores.
Resta resolver la limpieza de los grandes recipientes: como no son lavados, muchos de ellos emiten un olor nauseabundo. Un detalle que no es menor y merece resolución urgente.
Por el otro lado, la ciudadanía -que ha aceptado de buen grado el sistema- debe mejorar en varios puntos clave: uno, contribuir a la tan valiosa clasificación de residuos entre orgánicos e inorgánicos; otro, no arrojar basura en la vía pública. Nadie debería olvidar que la ciudad semeja una gran casa que cobijara a todos.
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