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miércoles,
13 de
julio de
2005 |
Dramática
secuencia
Es evidente que el ataque a las torres gemelas del World Trade Center en New York, el 11 de septiembre de 2001, marca un punto de inflexión en la historia contemporánea. A partir de entonces, el mundo ingresó en una dramática secuencia de muertes. A las víctimas de Nueva York se sumaron las provocadas por los sucesivos bombardeos a Afganistán, luego la invasión anglo-norteamericana a Irak -acompañada por España e Italia-, con ataques diarios de varias toneladas de bombas. Hablar de terrorismo en estas condiciones implica tener en claro que los verdugos no están de un solo lado. Claramente lo dijo el canciller Bielsa, lo ocurrido recientemente en Londres, es equivalente a dos mediodías de bombardeos norteamericanos en Irak. Además corresponde recordar las imágenes de tortura y escarnio de los soldados norteamericanos en la cárcel de Abu Graib a los prisioneros iraquíes. Si a esto le añadimos el mantenimiento de la base de Guantánamo, en la que se interroga a supuestos terroristas con asistencia y participación de médicos psiquiatras, el horror es completo. La masiva violación a los derechos humanos, perpetradas por los Estados está adquiriendo una dimensión dantesca. En su mensaje anual, el presidente de USA, George Bush, fue explícito, no se detendrá en sus operaciones expansionistas. Esto implica más matanzas en masa en todo el orbe. Los argentinos sabemos bien lo que implican atentados impunes; tanto los ataques a la embajada de Israel y a la Amia, como la voladura de Río Tercero permanecen impunes. Los asesinatos de varios luchadores sociales también. El nuevo milenio viene teñido de sangre y petróleo, es preciso que desde la sociedad civil alcemos nuestras voces y volvamos a manifestar en las calles de todo el mundo, como lo hicimos con el inicio de la invasión a Irak, cuando en las calles del planeta millones de personas expresaron su negativa ante guerras que parecen no detenerse.
Carlos A. Solero
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