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sábado,
18 de
junio de
2005 |
Beckenbauer, el rey Midas del Mundial
El Kaiser fue el artífice de la designación alemana
El 6 de julio de 2000 fue un día inolvidable para Franz Beckenbauer. Fue cuando el presidente de la Fifa, Joseph Blatter, pronunció la palabra "Germany" y Alemania fue designada sede del Mundial 2006.
Beckenbauer, el Kaiser, le puso ese día un broche de oro a su de por sí inigualable trayectoria en el fútbol internacional. Había sido campeón del mundo como jugador en 1974, campeón como DT de la selección germana en 1990, y en aquel momento se convirtió en el artífice de la elección de Alemania como anfitriona de un Mundial.
"Como jugador podés ganar uno o dos mundiales, como técnico, también, pero traer una Copa del Mundo a tu país, eso se logra una sola vez en la vida", explicó Beckenbauer, orgulloso de lo logrado hace cinco años y lo que empezó a ser realidad el miércoles pasado, con la fiesta de la Copa Confederaciones como anticipo al Mundial.
La elección de sede fue la más cerrada en la historia de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (Fifa), que se decidió por doce votos contra once de Sudáfrica, país patrocinado incluso por el propio presidente del organismo.
La influencia de Beckenbauer para que Alemania fuera sede mundialista, por segunda vez después de 1974, es innegable. "Se lo debemos a él", reconoce Gerhard Mayer-Vorfelder, uno de los dos presidentes de la Federación Alemana de Fútbol (DFB), recordando que el Kaiser recorrió los cinco continentes, hizo mil y una promesas y obligó a la selección a jugar partidos amistosos para asegurarse el voto de los países rivales.
La consecuencia lógica fue que Beckenbauer fuera designado presidente del comité organizador del Mundial, la empresa más ambiciosa que jamás dirigió.
Después de descollar como jugador, donde deslumbró por su elegancia y soltura a pesar de ser defensor y haber popularizado la función de líbero, Beckenbauer logró lo que muy pocos futbolistas alcanzaron. Se convirtió en exitoso dirigente.
Primero en el club de sus amores, en el Bayern Münich, del que terminó siendo su presidente. Después, en la Federación Alemana, con el cargo de vicepresidente. El próximo salto fue la aventura del Mundial, que terminó haciendose realidad. "El Kaiser es el rey Midas, lo que toca, se hace oro". Así reza una de las sentencias del fútbol alemán.
Pero lo singular es que "Beckenbauer, el hombre libre", como lo llama su biógrafo Torsten Koerner, jamás buscó lo que le ofrecían pero siempre tuvo la intuición de aceptar cuando se lo pedían. Lo llamaron como salvador en múltiples oportunidades, a presidir al Bayern cuando estaba en crisis, a dirigir a la selección cuando nadie se prestaba a sacarla del pozo o a la campaña por el Mundial.
Hoy es la figura deportiva que "más vende", un ícono de la publicidad para todo tipo de productos, desde teléfonos a cervezas, pasando de afeitadoras hasta computadoras, amén de ser columnista exclusivo de diversos medios, entre ellos el diario Bild y la agencia DPA.
La identificación de la gente con Beckenbauer toma por momentos ribetes grotescos, como cuando el cardenal italiano Tarcisio Bertone tuvo la ocurrencia de calificar al nuevo papa Benedicto XVI como "el Beckenbauer de la Iglesia", o cuando los sondeos indican que el Kaiser sería cómodo ganador si fuese candidato a la jefatura de gobierno en Berlín.
A punto de cumplir 60 años, Beckenbauer, con varios casamientos y cinco hijos, afirma no tener planes para después del Mundial: "¿Un plan de vida? ¿Para qué? No sirve hacer planes y planes si después uno sale a la calle y se le cae una teja en la cabeza".
Pero los planes están. Y es un nuevo desafío y un nuevo peldaño a escalar: en 2007 quiere convertirse en presidente de la Unión Europea de Fútbol Asociado (Uefa). El éxito del Mundial será fundamental si quiere conseguirlo.
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