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 miércoles, 15 de junio de 2005  
El clínico español plantea el regreso a la relación directa con el paciente
Merino Sánchez: "Hemos demostrado mucho interés en el enfermo sin tenerlo en cuenta"
Asegura que hay colegas que sufren el síndrome del descrédito médico y que se impone un cambio a nivel profesional

"Los médicos hemos demostrado mucho interés en el enfermo pero sin tener en cuenta a la persona. Ese modelo es inviable en la actualidad". La reflexión pertenece a Jaime Merino Sánchez, médico clínico (internista, en España), profesor universitario y autor de varios libros, nacido en Madrid y radicado desde hace 30 años en Alicante. Además, afirma que las nuevas exigencias y la mirada desconfiada de los pacientes llevan a algunos a soportar "el sindrome del descrédito médico".

La compleja relación médico-paciente fue abordada por el profesional en una charla con La Capital durante su estadía en Rosario donde participó de un seminario organizado por la Asociación de Medicina Interna. El profesional español propuso un cambio en la práctica médica que enfatice la persona en lugar de la enfermedad y admitió que el modelo protagonista en el siglo pasado fue "enormemente asimétrico".

"En la actualidad debemos dirigir las acciones profesionales a preservar la salud, a que la persona siga sana, y en el caso de que esté enferma, sea el verdadero centro de esas acciones", dice.

El vínculo entre doctor y paciente siempre es complejo, asegura, porque no sólo se basa en la búsqueda de una cura y nunca es lineal: "se puede pensar que la intención del médico es curar, pero al mismo tiempo puede querer ganar dinero, lo que es lícito; puede esperar de ese vínculo cierto reconocimiento social y hasta utilizar a ese enfermo para sus investigaciones", dice.

Desde el punto de vista del enfermo pasa lo mismo. "Algunos quieren curarse, pero otros van al médico para tranquilizarse; buscan un diagnóstico para obtener un subsidio o beneficios sociales o no quieren mejorar porque de esa manera son el centro de la familia. La relación es sumamente compleja y no pasa sólo por la cura", apunta.

Para minimizar problemas y lograr mejores resultados en el enfermo, Merino Sánchez propone establecer un lazo basado en la confianza. "Sugiero que dejemos el lugar de decisores para ser más asesores; mejoremos nuestra comunicación, oigamos más y, sobre todo, practiquemos la empatía, ya que ponerse en el lugar del otro es la dimensión clave que hay que desarrollar". La tarea, afirma, debe iniciarse y fortalecerse desde la facultad.

Sobre el particular agrega que cuando una persona se acerca a un hospital o sanatorio está en desventaja, por lo tanto, es "imperdonable y peligroso" que el profesional no lo considere. "Hay que entender que se encuentran disminuidos, atemorizados, y que se enfrentan a un otro revestido de poder -con bata blanca, instrumentos y maniobras casi religiosas-, y a términos que muchas veces no comprenden".

"El paciente, hasta ahora, casi siempre encontraba del otro lado a un médico poderoso que si bien tomaba determinaciones casi siempre ignoraba la visión del propio enfermo", señala.

"El modelo occidental ha dado unos réditos impresionantes y muchos avances en materia de conocimientos, industrias y especialidades, pero a la vez ha cometido errores y ahora nos damos cuenta de que no era tan genial", se sincera.


Momento de frustraciones
Por otra parte, Merino Sánchez enumera los principales desafíos que enfrentan los doctores. "Debemos estar cada vez más preparados e informados desde el punto de vista del conocimiento; cumplir diariamente con muchas horas de trabajo; soportar niveles de ingreso más bajos que en otros tiempos y a la vez redefinir la relación con un paciente que tiene más exigencias científicas, acceso a Internet -donde muchas veces hay basura- y que demanda un vínculo más personalizado".

Admite que los médicos perdieron mucho más de lo que ganaron en las últimas décadas, y sin dejar de lado la autocrítica, afirma que buena parte de la responsabilidad es de los propios profesionales: "Pasamos de ser liberales, de tomar nuestras decisiones, de tener un vínculo muy directo con el paciente a insertarnos en un modelo en el que dependemos de terceros, donde directores de hospitales, empresarios y políticos deciden por nosotros". Y agrega: "En ese marco nos hemos hecho cargo de un montón de roles que no nos correspondían y hasta suplimos las necesidades e insuficiencias del sistema".

Lo que el profesor define como "sindrome del descrédito médico" no es otra cosa que el padecimiento que atraviesan aquellos que no logran reacomodarse frente a las nuevas exigencias. "Cuando un profesional se enfrenta con que tiene que estudiar más, que depende de decisiones de personas muchas veces incompetentes, que hay que estar muchísimas horas en el consultorio atendiendo varias decenas de pacientes, que debe responder a las altas ambiciones de los enfermos y a la vez pasar por los tribunales respondiendo demandas -muchas veces infundadas- no es raro que soporte un descrédito que puede convertirse en una sensación de frustración enorme, muy difícil de revertir".

Sin la intención de victimizar al médico, se apura en aclarar, Merino Sánchez asegura que sus colegas deben adaptarse a las necesidades actuales y no volver a cometer "el principal error" de la medicina del siglo pasado: "permitir que se estropee la relación directa con el enfermo".
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La persona que ingresa a un centro de salud siempre está en posición de desventaja. Espera soluciones y contención.

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