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 miércoles, 08 de junio de 2005  
La acusaron de matar a su bebé, pasó presa 8 meses y no pudieron probarlo
Tiene 40 años y es indigente. Un vecino vio que enterraba un cuerpo en el patio y la denunció. Le imputaron homicidio pero ella aseguraba que la criatura había nacido sin vida. Como no se constató lo contrario, la liberaron

María Laura Cicerchia / La Capital

En septiembre del año pasado una mujer indigente de 40 años y madre de diez hijos era detenida y acusada de uno de los delitos más terribles: el crimen de un hijo. Los policías fueron hasta su casilla perdida en una villa del noroeste rosarino porque el llamado de un vecino alertó que allí, en el patio, la mujer había enterrado a un recién nacido. Bajo sospecha de un asesinato cruel, Mirta M. estuvo ocho meses presa hasta que la semana pasada la jueza Alejandra Rodenas le otorgó la libertad, sencillamente porque no pudo demostrarse que ese bebé haya nacido con vida.

La mujer chaqueña, que desde hacía un año vivía sola con sus hijos y una nena hemipléjica de 6 años, tuvo a esa criatura sola en su casa, sin asistencia médica. Tampoco recibió controles médicos a lo largo de la gestación. Ella dijo, al ser esposada, que el bebé no respiraba ni se movía y que por eso decidió enterrarlo. Al cabo de ocho meses de investigación, los reiterados exámenes médicos practicados al cuerpo de la criatura no pudieron demostrar lo contrario. La mujer recuperó la libertad con una falta de mérito. La resolución no fue apelada por la fiscalía; por lo tanto, está firme.

Como ocurre cada vez que se debate la presunta muerte de un hijo a manos de su madre, la conmoción y el espanto ante el puro hecho material suele sofocar la discusión sobre cuestiones más complejas que rodean a esa muerte. Que son variables y dependen siempre de cada caso: por otro hecho sucedido en Rosario un mes antes, un juez de Instrucción procesó a una mujer que mató a balazos a sus dos hijas (ver aparte). Mientras tanto en Jujuy se desarrolla el juicio contra Romina Tejerina, la joven que mató a su beba recién nacida, según ella, porque era fruto de una violación (ver páginas 16 y 17).

En este caso, las circunstancias son bien distintas: nada acreditó que Mirta M. matara a su hijo. Una historia de pobreza extrema, abandono y carencias simbólicas se combinaron para dar paso a la confusión: al parecer, allí donde la mujer no tenía más recursos para saber qué hacer con un hijo muerto, vecinos e investigadores interpretaron que hubo una deliberada intención de la mujer de exterminar al pequeño. Esta sospecha fue alimentada por un cuadro macabro: el bebé tenía cortes en el torso y su cuerpo estaba seccionado un par de centímetros por debajo del ombligo. Las piernas y los genitales no aparecieron.

"Yo digo que lo habrá agarrado un perro porque el pozo no estaba hondo", fue la explicación que arriesgó la madre del pequeño, quien asegura haber enterrado un cuerpo completo. A esta mujer de 41 años nacida en La Tigra, Chaco, la detuvieron el 24 de septiembre de 2004 luego de que un vecino llamara a la Brigada de Homicidios para avisar que en un patio lindero habían enterrado a un bebé.

Los policías fueron hasta la casa de Acevedo 1258 bis (Juan B. Justo al 8500) y fue la propia mujer quien les indicó el lugar donde había sepultado al pequeño, envuelto en sábanas. La mujer narró que una semana antes de ser detenida comenzó a sentir dolores de parto. Tuvo al pequeño sola en su casa precaria y ella misma cortó el cordón umbilical con una tijera.

"Lo envolví en un trapo porque no lo sentía respirar. Lo dejé en una caja dentro de mi pieza, al costado de la cama", relató. Dijo que no escuchó a la criatura llorar ni respirar, no lo vio hacer movimientos y no se fijó qué sexo tenía.

Más tarde le pidió prestada una pala a su sobrino: "Me fui para allá atrás, lo tapé con tierra y ahí quedó nomás". Al día siguiente, según contó, el nene de una vecina le dijo que había un bebé en el patio. Notó que le faltaban las piernas y volvió a enterrarlo. "Nunca había perdido un embarazo de esa manera", señaló.

En el examen psíquico practicado a la mujer, no se detectó que al momento del hecho careciera de la capacidad de comprender sus actos. En el transcurso de la investigación, según destacó la jueza, no se encontraron pruebas suficientes para afirmar que el pequeño haya nacido con vida: "Numerosas pericias médicas no han podido corroborar ese extremo". Tampoco pudo establecerse si los cortes fueron provocados en momentos vitales o sobre el cuerpo inerte de la criatura.

El examen practicado a los pulmones del recién nacido, para saber si alcanzó a respirar, fue positivo. Pero esa prueba es relativa porque ese resultado puede obedecer a la putrefacción del cuerpo. A partir de esos informes médicos, la jueza descartó uno a uno los distintos delitos que podrían haberse aplicado al caso. No se pudo probar la existencia de un homicidio: para esto debe demostrarse que se lesionó a una persona con vida. Tampoco que la mujer se haya practicado un aborto: cuando la revisaron no tenía lesiones típicas de maniobras abortivas.

También descartó que haya buscado la muerte del pequeño por omisión, al no realizarse controles médicos ni buscar asistencia en el parto. A criterio de la jueza esto último se explica, más bien, por el "precario entorno socioeconómico, educacional y cultural en el que se desenvuelve la imputada". Es que a veces la noción del sujeto racional del derecho, que evalúa medios y fines, se hace añicos cuando choca con las personas de carne y hueso que viven en los márgenes.
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El barrio donde fue detenida Mirta.

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