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miércoles,
01 de
junio de
2005 |
El valor de lo dicho
"El día que me muera que me saquen las tripas nomás..." La frase, dicha con toda la inocencia de los 9 años, resonó en la cabeza y en el corazón de Silvia Vargas el pasado 29 de abril, horas después de que una bala perdida terminara con la vida de su hijo Marcelo que jugaba en la vereda de su casa.
"Primero dije no. ¿No lo abrieron para sacarle la bala de la cabeza y lo van a abrir para sacarle los órganos? Pero después pensé en mi papá, que se dializó 7 años y hubiese necesitado tanto un riñon... y pensé, si total Marcelo ya no va a estar conmigo... él era tan fuerte, tan sano, tan divertido.... su corazón, su hígado, sus riñones le pueden servir a otras personas".
A menos de un mes de la absurda muerte de Marcelo, Silvia recuerda, empapada en lágrimas, el momento en que se decidió por el sí: "Me vino a la mente que un día, mirando la tele, había una nenita que necesitaba, creo, un corazón. Marcelito me dijo ¿qué es eso de los órganos mamá? Le expliqué y él, riéndose me contestó: "El día que me muera que me saquen las tripas nomás..." Pensé en eso, pero pasaron horas hasta que me decidí y no me arrepiento. De una forma simbólica siento que el corazón de mi hijo está latiendo en otra persona y eso ayuda un poquitito, eso me alivia..."
Pasado mañana, en la escuela Nº1.162 los docentes y compañeros de Marcelo Gómez le rendirán un homenaje colocando una placa con su nombre.
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