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jueves,
12 de
mayo de
2005 |
Un lector
agradecido
Antes de que se haga tarde quiero agradecer a La Capital por su contribución a mi formación cultural durante más de 74 años continuados. Esta relación comenzó en mi infancia (1929/30) cuando advertí la presencia del diario en casa de mis padres, a la sazón una vivienda de campo ubicada a unos 40 metros del camino principal por donde circulaba el furgón de mensajería cuyo conductor tenía la gentileza de echar el diario al interior del alambrado. Cruzando un tupido monte de paraísos añosos yo acudía a recogerlo. Cuando volvimos al pueblo natal siguió la lectura del diario y al venir a Rosario, en 1950, se repitió la suerte: el padre del actual vendedor lo dejaba en casa, tarea que hoy continúa su hijo. A las siete de cada mañana, todos los días, ya he leído el diario. El mensajero y el mensaje llegaron temprano a mi vida y ahora el diario lo disfrutamos todos, esposa, hijos y nietos.
Agustín J. Scoccia
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