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 sábado, 07 de mayo de 2005  
Yo creo
"La carita bonachona de Jack Bauer"

José Luis Cavazza / Escenario

"La cara bonachona de Jack"

Los chicos saben que al menos una hora -mejor dicho dos- a la semana deben guardar el más estricto silencio. La perra también lo sabe y, pobre, ni siquiera se atreve a cruzar frente al televisor. "24" es el único programa de TV que no sólo me quita el sueño sino también el hambre, me vuelve tieso y agrega colores a mis pómulos y olores a mis axilas mientras me mastico las uñas (de las manos). Encima de este penoso estado, que sólo me puede generar en la pantalla chica cuando juega la Lepra, no puedo dejar de sentir un poco de odio y lástima por mí mismo. Porque soy consciente de que "24" además de ser, lejos, la mejor serie de la televisión mundial, es arteramente fascista, justifica la tortura -en filas ajenas y propias-, la invasión a otros países y el contraespionaje. Nada de todo esto, que podría espantar a cualquier mente lúcida, impide que deje de electrificarme lunes tras lunes, golpe a golpe y culpa a culpa. Cada comienzo de semana siento que algo atenta contra mi pobre inteligencia, mientras mi cabeza, hecha una coctelera, lucha para detener la amenaza del virus letal. Si hasta después de la medianoche me miro al espejo del baño y entonces aparece la cara bonachona de Jack Bauer guiñándome un ojo y diciéndome "no te preocupes, los terroristas árabes no podrán con nosotros". Miro hacia atrás por si los chicos o mi mujer escucharon. ¡Lo único que falta es que me acusen de fan de Bush! En realidad, me siento como Behrooz, el hijo del terrorista que murió en el último capítulo: entre la espada turca y la pared ensangrentada yanqui disfrazada de flores rojas. Claro que Debbie, la novia asesinada de Behrooz, podría ser nuestra querida hija; el tren volado, nuestro tren, y la conexión turca, la chica negra más linda de la cuadra (léase, CTU). ¡Son unos genios! Si hasta Richard, el hijo rebelde del ministro de Defensa participa de una protesta antibelicista en Lockheed, y después es torturado por el gobierno que lo cree sospechoso del secuestro de su padre. Mientras, la perra, mi mujer y los chicos me miran de lejos casi con lástima, y yo me quedo pensando en que la izquierda argentina de los 70 en algo tenía razón: la importancia de tener una industria nacional de cine. Sin ella, seguramente "24" no existiría tal cual es.
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