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 miércoles, 04 de mayo de 2005  
El arte como terapia para personas con VIH
Un psicólogo porteño ofrece por primera vez en Rosario encuentros semanales gratuitos donde expresar sentimientos a través de la pintura

Belén Travesaro / La Capital

Cuando alguien convive con una enfermedad crónica, tomar la medicación y circular largas horas por los consultorios médicos no ofrece margen para el alivio. Para Alberto, quien hace 9 años se enteró de que tenía VIH, concurrir al taller de arteterapia le dio un respiro y le ofrece la posibilidad de expresar sus sentimientos más ocultos. La propuesta, dirigida exclusivamente a personas con sida, comenzó el mes pasado en la ciudad a cargo del arteterapeuta Luis Formaiano (ver aparte).

"Es la experiencia más interesante que me tocó vivir porque siento que estoy haciendo algo por mi salud. Además, a través de la pintura puedo expresar mis sentimientos y analizarlos luego con la contención de Luis. El taller significa un lugar de juego donde compartir un buen momento con quienes atraviesan una experiencia similar", relató Alberto a La Capital.

El taller de arteterapia es gratuito y lo coordina el psicólogo y artista plástico Luis Formaiano, especializado en el tema mediante un posgrado del Instituto Universitario del Arte (Iuna) de Capital Federal. Formaiano es pionero en utilizar este recurso en personas con VIH en Argentina. La modalidad está poco difundida en el país, aunque acredita una extensa experiencia en Estados Unidos e Inglaterra.

"La diferencia con un taller de plástica radica en que los participantes no vienen a aprender a pintar o lograr obras estéticas, sino a expresar los sentimientos. A pesar de ello muchas veces las obras tienen también su componente estético", destacó el profesional.

Mientras la palabra condiciona la expresión debido a que el vocabulario es limitado, la imagen permite un amplio y rico mundo de significaciones. "Cada persona que mira un cuadro observa algo diferente ya que transfiere aspectos de su propia historia. Además, el lenguaje simbólico facilita la exteriorización de dolores, frustraciones o alegrías", contó Formaiano a este diario.

El taller de arteterapia dispone de tres instancias: la de apertura, en la cual se otorgan las consignas; el trabajo en sí, referido al proceso en el que el participante experimenta con los materiales artísticos; y la reflexión final sobre la creación personal.

En el primer encuentro, si el participante se expone por primera vez a los materiales artísticos, se propone la técnica del automatismo, que consiste en dejarse llevar por las figuras que salen del movimiento de la mano, sin la búsqueda de alguna imagen en particular. "Del garabato luego empiezan a encontrar figuras, formas y colores que estaban ocultos", dijo el profesional.

En principio las figuras son coloreadas con materiales de fácil manejo, como los pasteles al óleo, lápices y fibras de colores, y luego con témperas y acuarelas que tienden a correrse de lugar. "El arte tiene las características del juego, ya que posibilita probar figuras y colores, volver a empezar, tapar algo y colocar algo nuevo", subrayó Formaiano.

En un principio muchos se creen incapaces de crear una pintura debido a malas experiencias infantiles en las cuales alguien mencionó que no tenían capacidad para el dibujo. "Cuando comienzan a expresarse no pueden creer lo que son capaces de hacer", apuntó.

En cada encuentro el coordinador propone temas y títulos que funcionan como disparadores para la creación, tales como "hacia nuevos horizontes", "pintando el amor" y "el libro de los sueños y los deseos". Al final la consigna es la realización de un trabajo colectivo titulado "el árbol de la vida".

Durante el proceso creativo los asistentes consiguen manifestar aspectos simbólicos tapados por el miedo o la ignorancia. Allí sacan a la luz lo sucedido y lo miran con otros ojos, a la vez que logran procesarlo de otra manera.


Reflexión final
En la última instancia el que realiza comentarios acerca de la obra es el autor, aunque el coordinador puede hacer alguna acotación o señalamiento sin condicionar la visión del creador. Los compañeros del taller siempre aportan algún comentario. En esta etapa los asistentes aprenden a diferenciar sus estados de ánimo y confirman el crecimiento alcanzado en la expresión de imágenes.

Durante el taller Formaiano no interviene como psicólogo, sino como un guía que acompaña el proceso creativo, que no descarta el contacto afectivo. Precisamente, la inclusión de los afectos hace que el espacio sea contenedor y resulte cómodo para los participantes.


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La pintura facilitaría la exteriorización de emociones.

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