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 miércoles, 20 de abril de 2005  
Editorial
Coronda: masacre sin explicaciones

El más sangriento motín en la historia santafesina dejó un saldo de catorce reclusos muertos tras una orgía de sangre. Las razones de la libertad de que gozaron los asesinos para consumar el horror aún permanecen en el misterio. Sólo existe una certeza: el desastre en que se ha convertido en el país el sistema carcelario.

Los adjetivos que podrían definir lo sucedido en la cárcel de Coronda resultan sobreabundantes: la muerte de catorce reclusos tras el peor motín de la historia de la provincia, durante una noche de ribetes terroríficos, constituye un hecho de gravedad inusitada que el poder político debe con urgencia aclarar.

Los relatos de lo ocurrido nueve días atrás en el penal de la ciudad santafesina poseen discrepancias entre sí, aunque todos coinciden en un punto: la increíble libertad de la que gozaron los asesinos, que literalmente masacraron a catorce presos -todos ellos rosarinos- de la manera más cruel y sin enfrentar obstáculo alguno, en lo que fue una auténtica cacería humana. Las teorías sobre cómo pudo ser posible tanta impunidad divergen y la verdad final todavía es una incógnita, pero no hay duda de que la cárcel se convirtió durante largas horas en una reproducción literal del infierno sobre la tierra.

Se insiste: aún no se puede abrir juicio con certeza acerca de lo ocurrido, pero resulta transparente el fracaso total de los mecanismos de control que deben funcionar en un penal de estas características, donde se aloja a presos de reconocida peligrosidad. En el trasfondo del asunto se mueven dos concepciones opuestas en torno de la naturaleza de las prisiones, una de ellas calificada como "de mano dura" y otra vinculada con una visión mucho más abierta, que apuesta a la recuperación de los reclusos para la sociedad. Inclusive, no faltaron voces que sostuvieron que el llamado "efecto Blumberg" -el endurecimiento de las penas por parte del Congreso nacional, presionado por la acción y la prédica del padre del joven Axel- se erigió en factor decisivo para el estallido del motín, el más sangriento de los últimos quince años en la Argentina. También se hizo mención a "zonas liberadas", a internas en el servicio penitenciario y a la añeja rivalidad entre santafesinos y rosarinos. Por ahora todo permanece en las sombras, excepto las pruebas del horror.

Resta, por supuesto, la incuestionable evidencia del desastre en que se ha convertido el sistema carcelario en el país -se deben recordar los recientes motines en Córdoba y Mendoza-, con penales superpoblados y donde los reclusos padecen muchas veces condiciones de alojamiento infrahumanas. La seguridad más estricta no es incompatible con brindarles un espacio digno a quienes purgan una condena. Cárceles como la de Coronda son fiel espejo de un país que perdió el rumbo y necesita con urgencia recuperarlo.


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