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 sábado, 16 de abril de 2005  
"La reforma educativa instala una forma de ser y hacer del Estado"
Pedro Romero y José Romero analizan en un libro la responsabilidad intelectual de los cambios en los 90

La reforma educativa de los 90 ha generado una serie de estudios, publicaciones y textos dedicados a observar sus resultados, consecuencias y su impacto en la escuela argentina. "Los reformadores sin espíritu. ¿Quiénes hicieron la reforma educativa argentina de los 90?" (Homo Sapiens), de José y Pedro Romero, instala una nueva mirada sobre este proceso que caló hondo en la educación nacional: la de analizar las responsabilidades de sus actores intelectuales.

Este paradigma que toma a la responsabilidad como categoría de investigación es el que el jurado de la fundación El Libro tuvo en cuenta para premiar como mejor obra teórica al libro de los Romero (ver aparte).

La obra demandó tres años de investigación y trabajo a los autores rosarinos. Es prolífica en fuentes, datos y cuadros que grafican y documentan muy bien cada concepto vertido a lo largo de las casi 200 páginas que integran el libro. Pero, además, no pierde la cuota de humor e ironía que, al decir de José Romero, "es la que permite sobrevivir".

José Romero es doctor en comunicación social y políticas públicas educativas, además de docente universitario. Pedro Romero es licenciado en ciencia política, además de profesor en el ámbito de la universidad. Para uno y otro, la participación que tuvo la intelectualidad argentina en los 90 marcó una nueva manera de vincularse con el poder político, necesario para acompañar los cambios que se planearon en educación y que no reflejaron otra cosa que una nueva forma de ser y hacer del Estado.

Para los autores, el desafío ahora será ver cómo se cambia esa matriz generada en los noventa.

-Hacer hincapié en la responsabilidad de quienes hicieron la reforma, ¿le da un carácter de denuncia al libro?

José Romero(J.R.)-Si bien puede tener una impronta de denuncia, la responsabilidad no está tomada como una categoría moral o para responsabilizar a personas, sino que se busca poner en escena un paradigma para mirar a la educación en los 90.

Pedro Romero (P.R.)-Desde uno u otro lugar, un libro que toma un proceso político (como la reforma educativa) tiene un carácter de denuncia. De todas maneras, cuando pensamos en hacer este libro teníamos la opción de hacer una clásica investigación periodística o bien optar, como lo hicimos, por el formato académico que demandó un esfuerzo conceptual para dar cuenta de algo más profundo: dejar asentada en la Argentina una matriz que formateó a la educación de los 90 a esta parte. Esa matriz que se instala va mucho más allá de la discusión de la legislación de la ley federal: es una forma de ser y hacer del Estado en materia educativa que se va instalando en la Argentina. Por eso una de las premisas ahora es la democratización del sistema educativo.

-A la reflexión de Oscar Oszlak, acerca de que el Estado se ve por sus acciones, por lo que hace, citada en el libro, ustedes agregan otro interrogante, el cómo se hace. ¿Y cómo se hizo la reforma educativa?

(J.R.)-Fue un proceso complejo. De todas maneras, el cómo remite a saber, por ejemplo, que la reforma empieza a tomar fuerza con la ley de transferencia de las escuelas a las provincias (1992), una transferencia realizada en el marco de la reforma del Estado.

(P.R.)-Esta reforma del Estado es una manera de ser del Estado, que permite que determinados protagonistas centrales ocupen un lugar en él y de alguna manera diseñen e implementen los cambios. Es una reforma realizada por la parte más importante de la intelectualidad educativa argentina. Son los que asesoraron, diseñaron y participaron de este proceso de los 90. Las formas que tomaba por entonces el Estado permitía que esto sucediera. Esto muestra una nueva manera en que los intelectuales se vinculan con el poder. Y de ahí el nombre para el libro: "Los reformadores sin espíritu".

-¿Un concepto tomado de quién?

(P.R.)-Es una categoría que utiliza (Jürgen) Habermas para denominar a los nuevos intelectuales. En realidad, si hubiéramos tomado la frase completa, el nombre del libro hubiese sido más duro: "Los analistas sin espíritus y los gozadores sin corazón".

(J.R.)-Cabe aclarar que este grupo de intelectuales argentinos no sólo se presenta en la educación, sino también en las relaciones internacionales, en el área de la economía, por ejemplo.

-¿Cuál fue en definitiva el papel que mostraron estos intelectuales frente a los cambios?

(J.R.)-En los 90 se pensó mucho sobre la educación o la escuela, pero se observó muy poco. Y hay un pensamiento muy complejo y muy profundo, pero ese pensamiento no se hace sobre una observación más realista. Son modelos intelectuales que se separaron mucho de la realidad.

(P.R)-Se fue construyendo un nuevo concepto para la educación. Por eso, si hubiera un maestro que se durmió hace diez años y se lo trajera a la escuela de hoy, no entendería la conversación con sus pares, de tantas siglas y formas de hablar que conviven en la escuela. La distribución simbólica de esos conceptos era manejada por aquellos que tenían de alguna manera una acumulación de capital simbólico mucho mayor. Pero, además de este capital simbólico, tenían una manera de ser y ponerse en escena.

-Entonces el libro bien podría haberse llamado "El hacer y parecer de la reforma".

(J.R.)-Sí, porque en este sentido todo es cosmética y decoración en materia educativa.

-¿Cómo acompañaron los medios de comunicación el proceso de cambio, de reforma?

(P.R.)-Si uno analiza la década (del 90), el fenómeno más importante desde el punto de vista de la protesta social es el de la Carpa Blanca. Es un indicador del resquebrajamiento de los noventa. Cito el ejemplo porque a su alrededor hubo una puesta en escena muy importante sobre la educación. Y, en general, los medios son benévolos con los reformistas de los 90. Hay toda una relación con los medios que les permite a estos intelectuales tener una alta interrelación y un manejo importante de qué se debe hacer en los medios. Muchos aparecen como columnistas permanentes de los diarios. Y, puestos a hablar, generaban un pensamiento y un esfuerzo por la necesidad de innovar. Era una manera de impactar mediáticamente.

-Antes mencionaban la nueva matriz generada por la reforma, también la necesidad de instalar un proceso de democratización en el sistema educativo. ¿Hay otra prioridad?

(P.R)-Sí, está en deuda la democratización del sistema, pero lo primero que está pendiente es la necesidad de que el sistema educativo formal entienda que hace falta un norte dónde ir. Hoy todavía se insiste en el debate sobre la ley federal de educación, y en realidad eso es bastante superficial, se sabe que gran parte no se va a cumplir, en cambio sí hay que discutir la matriz generada en los noventa. Y para que quede más claro qué entendemos por esta matriz, viene bien lo que señalaba en una oportunidad (la ex ministra de Educación nacional ) Susana Decibe: "La ley federal es a la educación lo que la convertibilidad es a la economía". Y lo decía cuando la mayoría creía que la convertibilidad no se iba a ir nunca de la Argentina. Bueno, hoy estamos indagando alternativas en el modelo económico, lo mismo se debe hacer en educación.

-¿Cuáles son esas alternativas?

(J.R.)-Una es el tema de las industrias culturales. También trabajar en clave de juventud. Porque así como la pedagogía fue clave para atender a la infancia, ahora hay que pensar qué ciencia, qué pedagogía nueva será clave para atender a los jóvenes, en un sistema mucho más masivo que antes.

(P.R.)-También hay que debatir sobre el financiamiento de la educación. Hay que apostar a una ley de financiamiento educativo para poder disponer del dinero para hacer en la Argentina una educación en serio. La segunda premisa es discutir sobre quienes hacen la educación, que fundamentalmente son los docentes. Esto para pensar que se trata de una profesión en serio, que debe ser respetada por toda la sociedad, pero que primero merezca el respeto del poder político. A partir de allí se podrá estructurar un espacio básico en el sistema educativo en la Argentina, y creo que este debate va a estar en este escenario de educación y juventud.

M.I.
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José y Pedro Romero, autores de "Los reformadores sin espíritu".

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