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sábado,
16 de
abril de
2005 |
Expresión
equívoca
He leído con estupor en La Capital del domingo 10 de abril algunos comentarios negativos respecto de la postura del difunto y santo Papa Juan Pablo II sobre el celibato sacerdotal y la misión de las mujeres en la Iglesia. El estupor proviene de que la censura viene, ni más ni menos, que de algunos sacerdotes, uno apartado de la Iglesia (casado) aunque será sacerdote de por vida y otros dos en -aparente- pacífico desempeño de su ministerio. Tanto el padre Barufaldi como monseñor Varea sostienen que el celibato sacerdotal no debería ser "conditio sine qua non" para la ordenación. Me pregunto si están arrepentidos de su vocación y si han olvidado que el amor en exclusiva para Dios y para los demás es lo que sustenta el sentido del celibato. Qué pena sería que quienes son pastores desalienten a las ovejas por alguna frustración personal. Juan Pablo II sostuvo siempre, al igual que todos sus antecesores, la necesidad del celibato, y no creo que a quien dio muestras de tanta grandeza e indudable santidad le quepa alguna crítica post mórtem. Prefiero pensar que estos sacerdotes no han dicho lo que surge de la publicación y que se ha tratado de un error de interpretación o de una expresión equívoca.
Mariela Salguero
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