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miércoles,
13 de
abril de
2005 |
La gente y cómo
hacerse entender
Los 17 millones de habitantes de Shanghai son demasiados, y eso se nota en todas partes. No hay momento del día que no se amontone gente en las veredas y autos en las calles. El tránsito es un infierno. Todo queda chico, los puentes y hasta los dos túneles de dos manos cada uno que se construyeron hace apenas diez años para cruzar el río que divide como una avenida de agua a la ciudad. No es posible conocer el registro de accidentes y choques, pero debe ser alto. Cruzan los semáforos en rojo, se amontonan y empujan en las escaleras y hay que demostrar gran destreza para sortear las calles en bicicleta que, para variar, también hay de a miles y circulan por todos lados. Autos en contramano, giros indebidos y, sobre todo, bocinazos a cada rato.
En cada esquina suele haber inspectores vestidos de verde claro y con un silbato que generalmente usan para ordenar a los atropellados transeúntes más que a los coches. A propósito, los que más se ven son de la marca Volkswagen, que tiene una de sus fábricas en el parque industrial. Hay Golf, Pasta, Senda y un modelo desconocido en Argentina: Santana 2000. Los ómnibus circulan con una bandera roja que lleva siempre algún pasajero para indicar cuándo el vehículo se va a cerrar en una calle. Y los taxistas anuncian con bocinazos cuándo están libres. Así, al ruido general le suman uno de servicio.
Entenderse con los taxistas no es fácil. Cuando uno llega al aeropuerto y sabe a que hotel tiene que ir, el problema está en comunicárselo al chofer que sólo habla un dialecto local ininteligible. Primero se intenta explicarle en inglés, pero no entienden. Después se intenta mostrándole el nombre y la dirección del hotel en un papel, pero no reconocen las letras. La solución la aportan los hoteles que ya tienen impresas tarjetas que en caracteres chinos solicitan por favor que a uno lo regresen al hotel de donde salió.
¿Y para salir? En los principales hoteles hay siempre gente entrenada en inglés que soluciona el inconveniente: escribe con suma rapidez y facilidad en ideogramas el nombre del lugar adónde se quiere ir.
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