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 domingo, 10 de abril de 2005  
Boda maldita. Al heredero del trono británico se lo notó nervioso mientras fue evidente la frialdad de la reina
Se casaron Carlos y Camilla, en una ceremonia sin pompas ni besos
La pareja formalizó al fin su relación amorosa de más de 30 años. Pasarán la luna de miel en Escocia

Windsor. - El príncipe Carlos de Inglaterra, heredero de la corona, se casó ayer en Windsor con su amor de toda la vida, Camilla Parker Bowles. La sencilla ceremonia de 20 minutos en el registro civil del ayuntamiento local se celebró a puertas cerradas. En un oficio religioso a continuación en la capilla de San Jorge del castillo de Windsor, la pareja recibió la bendición de la Iglesia Anglicana. Al caer la noche, el flamante matrimonio partió rumbo a su luna de miel en Escocia.

De acuerdo a la voluntad de la reina Isabel II, la segunda boda de su hijo mayor debía ser comedida y pasar lo más inadvertida posible. Después de todo, Carlos y Camilla destruyeron sus respectivos matrimonios con su apasionada relación que nació hace más de treinta años. Por eso, la reina ni siquiera acudió a la ceremonia a puertas cerradas en el registro civil. A cambio, un retrato de la estricta reina Victoria fue testigo del enlace en el pequeño salón Ascot del ayuntamiento de Windsor.

A los novios se les notaba la tensión. Sobre todo Carlos, de 56 años, parecía inseguro y nervioso. Un comentarista de la cadena BBC vio también indicios de sentimientos encontrados en el rostro de la reina Isabel II. La soberana evitó el contacto visual con su nueva nuera en los escalones de la capilla de San Jorge del castillo de Windsor. Y el oficio religioso para los recién casados fue seguido por Isabel con expresión imperturbable. "La reina no es una actriz. En su rostro siempre se puede leer cómo se siente", dijo el comentarista de la BBC.

Los observadores tuvieron la sensación de que los participantes en la boda real cumplieron con el desarrollo de la misma como si de una formalidad necesaria se tratara. El príncipe y Camilla, de 57 años, ni siquiera se permitieron un beso.


Pocos presentes
En el registro civil, la novia llevaba un vestido de color crema de chifón con un abrigo de seda y una pamela del mismo color. A la misa llevó un vestido de seda azul porcelana con bordados dorados y diseños pintados a mano. Carlos vistió frac. Además de la empleada del registro civil Clair Williams, sólo había 28 familiares y amigos, entre ellos, los cuatro hijos de los primeros matrimonios de los contrayentes: los príncipes Guillermo (22) y Harry (20) así como Tom Parker Bowles (30) y su hermana Laura (26). Guillermo y Tom fueron los testigos de la boda. También estaban los hermanos de Carlos, la princesa Ana y los príncipes Andrés y Eduardo, este último con su esposa Sophie. El padre de Camilla, Bruce Shand, que a principios de los 90 instó a Carlos a poner fin a la relación, también acudió. La madre de Camilla murió hace 11 años. La reina y su marido, el príncipe Felipe, no asistieron a la ceremonia en el registro civil, pero luego presenciaron el oficio religioso. También acudió el ex marido de Camilla, Andrew Parker Bowles, con su nueva esposa.

Ya en la ceremonia religiosa, el heredero tiraba constantemente nervioso de sus puños y parecía sonreír obligado cuando salió de la capilla, mientras Camilla se esforzaba porque no se le volara el tocado. La misa no supone una boda por iglesia, ya que ésta sólo hubiera sido posible si Carlos y Camilla no hubieran tenido culpa en el fracaso de sus primeros matrimonios. Por eso, debieron conformarse con la boda civil, a pesar de que Carlos será alguna vez el jefe máximo de la Iglesia Anglicana cuando se convierta en rey.

De acuerdo a la reglas de la Iglesia Anglicana, la pareja tuvo que reconocer antes su culpa en el fracaso de sus anteriores matrimonios: "Reconocemos nuestros pecados y maldades que de tiempo en tiempo hemos cometido en pensamiento, palabras y obras". Ambos juraron fidelidad eterna ante el arzobispo de Canterbury Rowan Williams.

La flamante duquesa de Cornualles sólo sonrió aliviada cuando subió al Rolls Roys y saludó con la mano a las personas allí reunidas. Una boda real sin beso y sin pompa fue la que vivieron los 750 invitados y millones de telespectadores.

Ni comparación con la boda de cuentos de hadas de Carlos y Diana Spencer en 1981, cuando todo un cortejo avanzó hacia la catedral de San Pablo y 600.000 personas se reunieron junto al trayecto para saludar a los novios. Reyes y miembros de familias reales de todo el mundo acudieron a ese enlace. Ayer en Windsor sólo había 20.000 curiosos .

Tras la misa, la reina ofreció una recepción en el castillo y luego los recién casados partieron rumbo a su luna de miel en Escocia. Ambos pasarán los próximos siete a diez días en el pequeño castillo de Birkhall, una residencia de caza, ubicada en medio de los bosques de los Highlands escoceses.
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La pareja real sale de la misa. Atrás, la soberana con rostro imperturbable.

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