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domingo,
10 de
abril de
2005 |
Debates pendientes. Las voces de la colectividad polaca en Rosario
"Fue el gran embajador polaco"
La colectividad polaca de Rosario nunca se sintió ajena a los avatares de la vida de Karol Wojtyla. Cuando fue elegido Papa en 1978, tras 455 años ininterrumpidos de pontífices italianos, la oposición antisoviética polaca -liderada por Lech Walesa y el sindicato de raíz católica Solidaridad- identificó su figura con los cambios sociales y políticos que luego se extenderían al resto del bloque comunista y culminarían años después con la caída del Muro de Berlín. En Rosario, los polacos también vieron en el nuevo Papa un embajador de los valores de su nacionalidad, fuertemente creyente. Y por estos días, aunque lloran su muerte, rescatan sobre todo ese legado. Desde las dos agrupaciones que nuclean a la colectividad en la ciudad, la Sociedad Polonesa Federico Chopin y la Dom Polski, cuentan cómo vivieron hace 26 años la asunción del Papa y, por estos días, su despedida.
"Cuando lo nombraron sentimos un gozo tremendo, una gran emoción", recuerda la secretaria de la Sociedad Federico Chopin, María Pawelec, nacida en un pueblo de montaña cercano a Cracovia y a la ciudad natal de Karol Wojtyla. "Los polacos nos sentimos representados ante el mundo por Juan Pablo II e incluso a la misma Polonia le hizo muchísimo bien porque antes del Papa poco se la conocía como país", sostiene Pawelec. "Fue el gran embajador polaco", afirma.
El presidente de la agrupación, Tadeo Pajszczyk, hijo de polacos nacido en Argentina, rememora la "sorpresa" que se llevó toda su colectividad cuando Karol Wojtyla fue elegido. "Nadie se esperaba la consagración de un Papa que no fuera italiano", dice. Y el asombro se convirtió rápidamente en alegría al sentirse "representados" y porque Polonia "empezó a salir de un tiempo oscuro donde el mundo casi no la conoció".
La muerte del pontífice sorprendió a Pajszczyk junto a un grupo de polacos y descendientes de polacos el domingo pasado. "Sabíamos que agonizaba, pero aún teníamos esperanza", afirma. Sobre todo, luego de compartir ese mismo día en Buenos Aires una misa y el rezo del rosarino por la salud del Papa con el arzobispo de Varsovia y cardenal primado de Polonia, Josef Glemp, de visita en Argentina.
La otra agrupación polaca de Rosario, la Dom Polski, está presidida por Mariela Capozuca Pylypciw, quien también ve al Papa Juan Pablo II como un "símbolo" de Polonia. "El polaco tiene un espíritu muy parecido al que siempre mostró Juan Pablo II: es un pueblo muy fuerte, muy sufrido, que fue atacado por todos lados, muy respetuoso y muy correcto", dice.
La Capital consultó a la presidenta de la Sociedad Dom Polski si es verdad, como en algún momento circuló el rumor, que cada una de las agrupaciones polacas en Rosario supo nuclear a distintos bandos: los pro católicos y los pro soviéticos.
"Desde que se creó la primera asociación, allá por 1919, como en todo grupo aparecieron diferencias internas y años más tarde se formó otra sociedad, pero para nada diría que la diferencia pasara por si eran católicos o comunistas, más bien diría que la mayoría huyó aterrada primero del nazismo y después del comunismo, e incluso tenemos socios de 80 a 90 años que en su momento estuvieron en Auschwitz o fueron deportados a Siberia", recuerda Capozuca Pylypciw.
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