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sábado,
09 de
abril de
2005 |
La pedagoga disertará este lunes en Rosario
Patricia Redondo: "Es necesario provocar un shock que altere
y subvierta las condiciones de enseñanza"
Marcela Isaías / La Capital
Patricia Redondo es magíster en educación por la Facultad Latinoamericana en Ciencias Sociales (Flacso) y docente e investigadora de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Además, es conocida entre los maestros y profesores por sus investigaciones sobre la enseñanza en situaciones de extrema de pobreza.
En la misma línea, la pedagoga desarrolla distintos proyectos de formación e investigación en el Sindicato Unificado de los Trabajadores de la Educación de la Provincia de Buenos Aires (Suteba).
Elige situar al docente como un intelectual. Piensa que la escuela como tal, y más allá de las urgentes transformaciones que reclama, es irremplazable, pero además que todo indica, cuando se la ubica como el "único referente", que es en realidad la única expresión pública legítima, sobre todo para los sectores populares.
La educadora, también, señala obstinadamente que las condiciones adversas en que hoy se enseña y aprende más que una invitación a bajar los brazos son un desafío a seguir abriendo puertas al conocimiento.
Patricia Redondo estará en Rosario este lunes (ver aparte), presentando su libro sobre escuelas y pobreza, y dialogando con los maestros.
-¿Qué lugar tiene la escuela en los contextos de pobreza?
-Para pensar la escuela en contextos de pobreza es necesario primero pensar el lugar de la escuela hoy, en el siglo XXI, en toda la sociedad. En general (ante esta pregunta) muchos hacen referencia a la crisis de la escuela y que ésta debe transformarse, pero en tanto, como tal, sigue vigente. También están las referencias a otras formas educativas que producen los medios y otros espacios que configuran experiencias educativas, pero ninguno reemplaza a la escuela. En todo caso, debemos pensar qué tipo de transformaciones son necesarias y luego vincularlas con las realidades adversas en las cuales trabaja una parte importantísima de los maestros del Gran Rosario, Gran Córdoba y Gran Buenos Aires, entre otras. En este caso, cuando uno piensa en millones de niños y adolescentes que van a la escuela, muchas veces sin continuidad, sin libros, sin bibliotecas ni bibliotecarios, sin las condiciones necesarias para el aprendizaje, diría que aún la escuela es irremplazable.
-Irremplazable porque a veces es el único lugar donde se aprende, y se consulta a los maestros sobre cuestiones sanitarias, trámites y hasta problemas con la Justicia.
-El significado de único es preciso debatirlo, porque si bien se podría decir "qué fantástico", en realidad está indicando que la escuela es el único referente de lo público. Es decir, tiene un reverso: por un lado da cuenta de la legitimidad de la escuela, pero por otro muestra la falta de otras instituciones referentes en todos los campos: de los derechos sociales, de la salud, la vivienda, de la cultura. En todo caso, la escuela se ha convertido hoy en la única expresión de lo público. Esto nos obliga a seguir batallando para transformar esa escuela, porque todavía tiene legitimidad, sobre todo para los sectores populares.
-¿Qué significa entonces enseñar hoy?
-En esto uno se mete en la lucha por las palabras, porque definir qué significa enseñar hoy es complejo, y por eso mismo no tendría que dejar de hacerse. Hay muchos que están planteando que frente a la imposibilidad de las familias de hacerse cargo, que lo haga la escuela; y otros sostienen que la escuela no forma en valores o que ya no se aprende como antes. Y también están los que piden que la escuela sea la que eduque para el empleo, no para el trabajo. Y así de seguido. Pero, ¿qué es lo que la escuela no puede dejar de hacer?: no puede dejar de reponer la cultura cada día, de reponer el conocimiento, más allá de las condiciones de sus alumnos; o, por el contrario, donde tienen más dificultades para acceder a los bienes materiales y simbólicos; no puede dejar de abrir las puertas que inviten a los chicos a conocer el mundo, a comprender el mundo en que viven. Es entonces cuando muchas veces aparece como un tema de debate de maestros y profesores si las condiciones límites que atraviesan las escuelas son un obstáculo para la enseñanza.
-Algo que suele traducirse en una frase muy escuchada: "En esta realidad no se puede trabajar".
-O, sencillamente, que se puede enseñar "La Ilíada" en los barrios del centro y no en los marginales. No niego que las condiciones de enseñanza son diferentes. Es obvio que no se puede enseñar sin libros. En estas escuelas (marginales) debe haber bibliotecas instaladas, los chicos deben acceder fácilmente a los recursos de las nuevas tecnologías, debe haber también otros puestos de trabajo docentes. Y si se tiene la real convicción, desde el campo de la política, de intervenir sustantivamente en las situaciones sobre la educación de las escuelas en contextos de pobreza, será necesario primero provocar un shock de políticas que altere y subvierta las condiciones de enseñanza. Es una condición básica. Pero que sola no resuelve toda la cuestión, porque mientras se siga sosteniendo que un chico porque cartonea no tiene el derecho a conocer la historia del siglo XX, las discusiones respecto a la teoría del caos o las cuestiones centrales que hacen a la adquisición del conocimiento y la cultura, no nos van a alcanzar las políticas para revertir este proceso que estamos viviendo hoy.
-Graciela Frigerio afirma que un buen maestro es aquel que no renuncia y también que educar es un acto político.
-Sí, claro que lo es. Y también "un maestro que no renuncie" requiere de políticas que sostengan esa idea. Es decir, son las dos cuestiones: un maestro que no renuncie al sentido político de la educación y un maestro que junto a su comunidad y a los chicos requiera de otras políticas, algunas muy complejas de llevar a cabo, pero otras sencillas y que modificarían sustancialmente la calidad de la tarea del oficio de enseñar.
-¿El maestro es un profesional o un trabajador de la educación?
-A la pregunta hay que situarla históricamente, porque la batalla de ubicar a los docentes como trabajadores de la educación tiene que ver con una posición que oponía a pensar la docencia como un apostolado, que fue parte de los escenarios educativos de las luchas docentes de los 70, los 80 y de los 90; pero parte con la creación de la Ctera en el 73. Pienso que hoy estamos en condiciones de discutirlo en terrenos de la cultura. Un docente es un intelectual; tendría que ser un pedagogo, porque trabaja con el oficio de la palabra, con la ciencia, en la transmisión de la cultura. A un docente se lo debería pensar como trabajador de la educación, trabajador de la cultura y pasador de la cultura, como dice (Estanislao) Antelo. Y situarlo en la producción intelectual. Pero, hoy, está arrasado por la reforma educativa de los 90, y creo que si hubo un gran despojo fue el despojo intelectual. Esas versiones del reciclaje, de la reconversión, de la profesionalización aportó a una gran descalificación de los maestros.
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Redondo presentará "Escuelas y pobreza: entre el desasosiego y la obstinación".
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