| domingo, 03 de abril de 2005 | Un hito del gran Jubileo del año 2000 Juan Pablo II, un gigante de la historia El Papa pronunció una oración en la que solicitó el perdón por todos los errores, omisiones e injusticias que la Iglesia cometió. Karol Wojtyla demostró una generosidad y realismo que transmitió al mundo en su mensaje de humildad y arrepentimiento “A las puertas del Gran Jubileo del año 2000 la Iglesia Católica pide perdón por las culpas históricas de sus hijos”. Estas fueron las palabras con las que acogió Juan Pablo II a unos 8 mil peregrinos de los cinco continentes congregados en la sala Pablo VI del Vaticano el 12 de marzo de 2000 con motivo de la tradicional audiencia general de los miércoles. Vestido de morado, como corresponde a la contrición, y rodeado por siete cardenales, el Papa pronunció una oración en la que solicitó el perdón por todos los errores, omisiones e injusticias que la Iglesia ha cometido en dos mil años de historia. Una histórica oración en la que Wojtyla demostró generosidad y realismo y que transmitió al mundo un mensaje de humildad y arrepentimiento.
Aunque el Pontífice apenas entró en detalles, en el Vaticano fueron mucho más explícitos en la demanda del perdón: la Inquisición, el trato a musulmanes y judíos, la intolerancia religiosa y la discriminación de la mujer.
“Con actitud penitencial y en el umbral del tercer milenio —afirmó el Santo Padre— la Iglesia está dispuesta a reconocer los errores del pasado, cuando son confirmados por una investigación seria, y a pedir perdón por las culpas históricas de sus hijos”.
La celebración de los 2.000 años del nacimiento de Cristo, continuó explicando el Pontífice, ofrece a la Iglesia la “grandiosa ocasión” de “comenzar una nueva página de la historia, en la superación de los obstáculos que siguen separando entre sí a los seres humanos y a los cristianos en particular”.
Juan Pablo II, en tono reflexivo y mesurado, siguió adelante con un discurso que marcará fuertemente a la Iglesia del futuro. “El reconocimiento de pecados históricos implica una toma de posición en relación con los acontecimientos tal y como han sucedido, a la luz de reconstrucciones históricas serenas y completas. Por otra parte, el juicio sobre los acontecimientos históricos no puede prescindir de una consideración realista de los condicionamientos constituidos por los diferentes contextos culturales, antes de atribuir a los individuos responsabilidades específicas morales”.
El Sumo Pontífice continuó su intervención reconociendo que “la Iglesia no tiene miedo de la verdad que emerge de la historia y está dispuesta a reconocer los errores allí donde han sido comprobados, sobre todo cuando se trata del respeto debido a las personas y a las comunidades”. Asimismo señaló que la Iglesia “siente propensión a desconfiar de las sentencias generalizadas de absolución o condena con respecto a las diferentes épocas históricas”. De hecho, prefiere confiar “la investigación sobre el pasado a la paciente y honesta reconstrucción científica, libre de prejuicios de tipo confesional o ideológico, ya sea en lo que se refiere a las acusaciones que se le hacen, ya sea cuando se trata de los perjuicios que ha sufrido”.
Este pedido de perdón no debe ser interpretado como una demostración de falsa humildad. “Cuando se comprueban las culpas de sus propios miembros a través de una seria investigación histórica, la Iglesia siente el deber de reconocerlas y de pedir perdón a Dios y a los hermanos”, dijo el Papa. “Esta petición de perdón no debe ser entendida como una ostentación de falsa humildad, ni como una manera de renegar de su historia de dos mil años, rica de méritos en los campos de la caridad, de la cultura y de la santidad. Responde, sin embargo, a una exigencia irrenunciable de verdad, que junto a los aspectos positivos, reconoce los límites y las debilidades humanas de las diferentes generaciones de los discípulos de Cristo”.
El Papa explicó a continuación que “la cercanía del Jubileo llama la atención sobre algunos tipos de pecados presentes y pasados por los que es necesario invocar de manera particular la misericordia del Padre. Me refiero, ante todo, a la dolorosa realidad de la división entre los cristianos. Las heridas del pasado, que ciertamente tuvieron lugar por culpa de las dos partes, siguen siendo un escándalo para el mundo”.
Otro de los motivos por los que la Iglesia tiene que pedir perdón, según el sucesor de Pedro, guarda relación con la “aquiescencia con los métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio de la verdad. Si bien muchos lo hicieron con buena fe, no fue ciertamente un acto evangélico el pensar que la verdad debería imponerse con la fuerza”. A continuación, mencionó la falta de discernimiento de muchos cristianos con respecto a “situaciones de violación de los derechos humanos fundamentales”. En este sentido, aseguró que “la petición de perdón es válida por todo lo que se omitió o calló por debilidad o evaluación errada, y por todo lo que se hizo o dijo de manera imprecisa o poco idónea".
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