| sábado, 02 de abril de 2005 | Silencio y lágrimas en un "gran abrazo" Era como un abrazo: decenas de miles de personas se reunieron anoche en la Plaza de San Pedro; rezaban, lloraban y permanecían en silencio. Todos querían estar cerca del Papa moribundo. Una y otra vez las miradas se dirigían a las dos ventanas iluminadas del Palacio Apostólico, los aposentos privados de Juan Pablo II.
Pese a la concurrencia de más de 60.000 fieles y turistas, entre las arcadas barrocas predominaba un silencio casi irreal. Muchos católicos rezaban el rosario y cientos encendían velas. “Detrás de estas paredes está él, lo cual crea una sensación conmovedora. Sólo ahora, en medio de todas estas emociones, uno es realmente consciente de cuán maravilloso ha sido este Papa”, dijo un romano con lágrimas en los ojos.
De todas las direcciones seguían llegando cada vez más personas, como en una caravana de peregrinos, hacia el centro del mundo católico. La calma espectral sólo era quebrada por la voz de monseñor Angelo Comastri, quien a través de grandes altoparlantes colocados a lo largo de la lujosa avenida Via dell Conciliazione rezaba el rosario. Fuera de eso no se percibía un sonido.
Por su parte, la Guardia Suiza —el Ejército del Vaticano— lució de negro en lugar de su tradicional uniforme colorido. “Uno no puede pensar siquiera en un sucesor de Juan Pablo II, así de grande es esta pérdida”, sostuvo un italiano presente en el lugar. (DPA)
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