| sábado, 02 de abril de 2005 | Sin consuelo. Wojtyla fue Papa con 58 años y un estado físico envidiable De la salud desbordante a la silla de ruedas Primero el atentado de 1981 y luego el surgimiento del mal de Parkinson quebrantaron a un hombre vital El prolongado papado de Juan Pablo II está marcado por el atentado que sufrió en 1981 en la plaza de San Pedro y una serie de dolencias y enfermedades, entre ellas, el mal de Parkinson, enfermedad que finalmente lo llevó a su lecho de muerte.
El historial clínico del Papa "varón de dolores", como muchos lo han llamado, y "atleta de Dios" como otros lo denominaron por su otrora activa vida deportiva, comenzó cuando tenía 24 años y tuvo que ser hospitalizado al ser atropellado por un vehículo militar alemán, durante la ocupación nazi de Polonia. Se recuperó y nadie volvió a acordarse del accidente.
Cuando fue elegido Papa, en 1978, a los 58 años, la imagen que presentó al mundo fue la de un deportista amante del montañismo, la natación y el fútbol. Pero menos de tres años después se produjo el primer y más grave contratiempo para su salud: el atentado sufrido el 13 de mayo de 1981 en la plaza vaticana, cuando le disparó dos tiros el terrorista turco Ali Agca que a punto estuvieron de costarle la vida.
La mano de la Virgen Juan Pablo II siempre mantuvo que se salvó por la intervención de la Virgen. Ese día se celebraba la Virgen de Fátima. Según el Pontífice una mano disparó -la del turco- y otra, la de Virgen, desvió el tiro que le rozó partes vitales, sin dañarlas. El atentado, de todas maneras, debilitó a la larga su estado físico. Juan Pablo II fue trasladado al policlínico romano Agostino Gemelli, que él consideró desde entonces su "segunda casa", donde fue intervenido quirúrgicamente y le extirparon 55 centímetros de intestino.
Pero llegarían otros golpes a la salud del Papa polaco. El 12 de julio de 1992 fue intervenido de un tumor en el colon, siempre en el Gemelli.
El 11 de noviembre de 1993, durante una audiencia, cayó y se produjo una luxación del hombro derecho. Los golpes y caídas se multiplicaron, un posible indicio del avance del mal de Parkinson. En 1994 se fracturó el fémur de la pierna derecha y se le implantó una prótesis de titanio, lo que le obligó a caminar con bastón.
En junio de 1999 durante su octavo viaje a Polonia tuvo una nueva caída en Varsovia, abriéndose una herida en la frente. Para entonces, el mal de Parkinson ya se hacía evidente, pese a las continuas negativas del Vaticano. Los temblores de una de sus manos, en especial, eran evidentes en cada aparición pública.
En marzo de 2002 se le diagnosticó una artrosis en la rodilla derecha, que lo obligó a renunciar a presidir algunos ritos de la Semana Santa. La artrosis, sumada a los efectos del Parkinson, lo obligó a desplazarse por el Vaticano en una peana móvil, cambiada meses más tarde por la silla de ruedas especial que le sirvió para oficiar misa sin levantarse.
En mayo de 2002 su salud empeoró aún más. Durante su viaje a Bulgaria se lo vio con grandes dificultades para dar dos pasos seguidos y con problemas para respirar. En septiembre de 2003, durante el viaje a Eslovaquia volvió a alarmar a la opinión pública. Aparte de no dar ya ni un sólo paso, el Papa estaba tan débil que no pudo leer el discurso de llegada, y tenía graves problemas para respirar.
Hasta mediados de octubre de 2003, cuando celebró los 25 años de pontificado, leía el principio y final de los discursos, pero a partir de esa fecha -cuando beatificó a la madre Teresa de Calcuta y celebró su noveno consistorio- ya no leyó párrafo alguno de los textos, encargándose de ello el argentino Leonardo Sandri. A partir de entonces, su salud siguió deteriorándose ante el avance implacable del mal de Parkinson. Del Papa deportista, que había ordenado construir una piscina en el Vaticano, sólo quedaba un tenue recuerdo. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Wojtyla en los Alpes italianos, en los años 80. | | |