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 domingo, 27 de marzo de 2005  
Recomendaciones para el Exito

La luna de miel, en términos ideales y según la tradición, es el primer viaje que se hace con la pareja y que otorga la oportunidad de estar a solas con la persona amada, sin ataduras familiares, sin pedir permiso ni cumplir con mandatos o requisitos sociales. Y aunque en la actualidad la gran mayoría de parejas que se van de viaje de bodas ya han pasado vacaciones juntos, hay que tener en cuenta que este viaje encierra igualmente una cuota de magia y de misterio de lo que podría llamarse "la transgresión autorizada y anhelada" con la que sueñan todos los novios.

Durante el viaje de bodas suelen ponerse de manifiesto muchas de las expectativas que se han entretejido durante el noviazgo y muchos aspiran a encontrar en esta oportunidad un espacio donde dar rienda suelta a la sensibilidad espontánea. Entonces, se trata de recuperar los estímulos y las sensaciones naturales que pueden haberse opacado durante los preparativos de la fiesta y el mismo viaje.

La luna de miel, independientemente del lugar elegido para pasarla, es un espacio ideal para recuperar los detalles, para reparar en la textura de la piel, las mirada, la voz, los perfumes. Sirve para agudizar el lenguaje de las sensaciones y es de esperar que los recién casados se entreguen a esa complicidad, que las miradas adquieran un nuevo lenguaje, que el dialogo se agudice con el tacto, que los latidos del corazón del compañero sean estímulos para desencadenar la ternura, la pasión y sean así el mejor inicio para la feliz convivencia.

La vida cotidiana suele bloquear las expresiones de los sentimientos genuinos y espontáneos. Por eso, los "nuevos" amantes deberían aspirar a que en la luna de miel las caricias tengan el efecto liberador que rompa las corazas y genere una fuerza poderosa de erotismo y comunicación.

El amor en esta particular etapa de la vida debe llenar el corazón de plenitud y transformarse en un proceso dinámico donde la aventura de estar con el otro y de ser con el otro implique compartir, entregarse, convivir, hacer el amor y hacer la vida juntos.

Para ello, desde el comienzo, deberán estar dispuestos a dar y recibir y eso incluye gratificaciones verbales, comunicación positiva, amabilidad y cuidado de los detalles.

Este viaje tiene la significación del primer paso de un camino que uno espera sea largo y duradero. La psicología cognitiva da gran valor a esta consigna: ser atentos, afectuosos, dar lo mejor de cada uno e introducir una infaltable cuota de humor que agregue sorpresas agradables para romper la monotonía. Los novios no deberán nunca olvidar, en el decir de la sexóloga Hellen Kaplan, que hacer el amor implica "fricción y fantasía".

(*) Psicóloga y sexóloga
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