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 sábado, 26 de marzo de 2005  
Semana Santa. Si bien no hubo desbordes ni corridas, la multitud tardó varias horas en desconcentrarse
El masivo vía crucis del padre Ignacio se llenó de muestras de fe y emoción
Fuentes municipales y de la organización calcularon una asistencia récord de casi 200 mil personas

Laura Vilche y Orlando Verna / La Capital

La marea humana se apretujó sin atender a su propia seguridad. No era para menos. Después de varias horas de espera y caminata para recordar la pasión y muerte de Jesucristo, el padre Ignacio decidió bajar del palco desde donde había bendecido a los casi 200 mil creyentes que ayer acompañaron el tradicional via crucis realizado por las calles del barrio Rucci, en la zona noroeste de Rosario. Y se produjo la apoteosis: el contacto inolvidable entre el cura de Sri Lanka, al que muchos consideran un sanador, y los feligreses, muchos de ellos enfermos física y espiritualmente.

Aunque la mayoría se conformó con las palabras que Ignacio profirió desde el inmenso escenario levantado en el Camino de los Granaderos y Kennedy, otros pudieron tocarlo con la esperanza de alcanzar alguna gracia divina. Es que el via crucis de anoche sirvió para demostrar la fe de rosarinos, santafesinos en general y de otras provincias, y reivindicar su devoción por el padre Ignacio.

Todo comenzó el día anterior con los preparativos técnicos, las delegaciones que arribaron ayer por la mañana a la parroquia Natividad del Señor y la inmensa concentración de la tarde. Y acabó con una multitud caminando hacia todos los puntos cardinales de la ciudad, muchos de ellos sin poder abordar, hasta altas de la madrugada, un ómnibus que los deposite en casa.

Marcos Escajadillo, titular de Defensa Civil, estimó que la cantidad de fieles superó la del año anterior y llegó a unas 200 mil personas, mientras que los organizadores del vía crucis prefirieron hablar de entre 170 y 180 mil. Estos mismos explicaron la enorme asistencia: ayudó una noche con temperatura cálida y sin lluvias, amenaza que se hizo sentir el año pasado y que se concretó los dos anteriores.

Cerca de las 19.30 comenzó el ritual. Las tres pesadas cruces comenzaron a caminar con intervalos de una hora entre una y otra escoltadas por cordones humanos que tuvieron por función garantizar el paso y elegir a quienes pretenden cargar los maderos. La tarea no es para cualquiera debido a que, por ejemplo, una de las cruces pesa 17 kilos, y quien se anima al sacrificio debe calzarse una arnés de cuero. Gladys Salvatierra, de 45 años y oriunda de Alvarez, se mostró emocionadísima. Entre llantos y con un pañuelo en la cabeza, le dijo a La Capital que tiene cáncer de mama. Abrazada de uno de los enormes crucifijos contó que estar presente durante la procesión era algo "muy grande" y agregó que le temblaban las piernas.

Al igual que Gladys, la mayoría de los fieles dijo que rogó por trabajo y salud, mientras que otros agradecían por situaciones particulares. Todos rezaban sin cesar, algunos lloraban y los restantes se sumían en el silencio del recogimiento espiritual mientras recorrían las catorce estaciones del vía crucis.

De entre los fieles, muchos provenían de diferentes partes de la provincia y de regiones aledañas. Así, se pudieron apreciar delegaciones de Venado Tuerto, Fray Luis Beltrán, Fighiera, El Trébol, Arroyo Seco, Capitán Bermúdez, San Lorenzo y Granadero Baigorria. También se acercaron feligreses de Villa Gobernador Gálvez y Alvear, además de localidades de Entre Ríos y Buenos Aires.

La sed de la espera de varias horas fue apaciguada por una cuba de ocho mil litros de agua proporcionada por la empresa Aguas de Santa Fe, aunque fue más fraternal el ofrecimiento de los ex Combatientes de Malvinas, quienes, con una cocina de campaña, distribuyeron unas cuatro mil raciones de mate cocido, en agradecimiento al "eterno apoyo de la gente cuando nosotros nos las vimos feas", dijo Joel Báez, secretario de la agrupación.

Desde los balcones de las casas y edificios aledaños, los vecinos no se perdieron detalles y observaron desde sus plateas privilegiadas. Algunos instalaron altares frente a sus viviendas, como en Gambartes al 2400, una ocasión que los fieles no desaprovecharon para tocar las imágenes y persignarse. La escena se repitió en varios puntos del recorrido, como en la casa de Viviana Pagnucco. La mujer dijo que puso imágenes y una luz, para luego explicar que no dispuso de flores, porque es Viernes Santo (día en el que se conmemora la muerte de Cristo) y "no hay nada que celebrar". La mujer explicó que su familia ya tiene 38 años en el barrio y que, en medio de semejante multitud, "la gente se porta muy bien".

Las autoridades encargadas de la protección de los creyentes corroboraron la apreciación e indicaron que no hubo desbordes de grandes proporciones. A excepción de un hombre con traumatismo de rostro, producto de una riña por un lugar cerca del palco principal. El contuso fue atendido por médicos del Sistema Integrado de Emergencias Sanitarias (Sies) y luego trasladado al Sanatorio de los Arroyos. Además, comentó el doctor Juan Carlos Sciarocca, que se le brindó asistencia a una mujer con un pico de hipertensión y se la derivó al Pami II. Una treintena de casos de menor gravedad, como crisis de hipotensión o calambres, cerró el cuadro de las intervenciones médicas en cada una las siete ambulancias dispuestas por el Sies.

Según indicó Escajadillo, prestaron servicios unos 200 agentes de Defensa Civil, la Guardia Urbana Municipal, la Central de Emergencias, las direcciones de Tránsito y Control Urbano y el Sies. Por su parte, la policía puso a disposición unos 300 uniformados, entre los que se contaron los efectivos montados a caballo y motorizados. El jefe de la fuerza, el comisario mayor José Manuel Maldonado, aclaró que el panorama de la concentración fue "tranquilo" y que no hubo robos ni corridas.

Alrededor de los fieles se instalaron los puestos de ventas religiosas y no tanto. Para llevarse una estampita, los creyentes debieron desembolsar dos pesos y uno para hacerse de un rosario luminoso, mientras que las velas con sus vasitos antichorreo valían 50 centavos. Se vendían además praliné y botellitas con agua. Aunque la mayor sorpresa, por la vigilia gastronómica, la dieron los vendedores de salamines, que salían a 10 pesos, y de choripanes y hamburguesas. Reynaldo Frías, uno de los asadores, comentó que la venta iba "muy bien" aduciendo que "hay gente para todo".


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Miles de fieles elevaron sus plegarias junto al padre Ignacio.

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