 | domingo, 20 de marzo de 2005 | Un pueblo entre la esperanza y la desesperación Bagdad. -Dos años después de la invasión a Irak, el maltrecho país se convirtió en uno de los más pobres del mundo, al nivel de Haití y Senegal. Los economistas tienen pocas esperanzas de grandes avances para este año. En lo que va del 2005, la producción petrolera cayó incluso por debajo de los niveles decepcionantes del 2004, y el 60 por ciento de la población depende de las donaciones de alimentos.
Cortes de luz, una ola desenfrenada de crímenes, un desempleo superior al 50 por ciento y una crisis energética en uno de los países petroleros más importantes del mundo no hicieron más que alimentar el desaliento. Sin embargo, algunos iraquíes dicen que por fin está mejorando parte de sus vidas. Ahora el país se enorgullece de tener una economía de consumo sin restricciones, llena de teléfonos celulares, cafés con Internet y diarios independientes, junto con muchos empleos gubernamentales con salarios elevados. Hoy Irak se debate así entre la esperanza y la desesperación.
Cuando los soldados estadounidenses invadieron el país hace dos años, Adnan al-Eiby se sintió muy entusiasmado. Pensó que con el derrocamiento de Saddam Hussein Irak se convertiría en una floreciente democracia al estilo occidental. "Pero ahora, cuando camino por las calles, lo único que veo es muerte. Personas inocentes despedazadas por los terroristas, y otras baleadas por los norteamericanos", dijo el chofer de 32 años. "Estoy harto de la vida. Nosotros confiamos en los estadounidenses, pero ellos nos abandonaron".
La libertad vale más Según Al-Eiby, "muchas personas están luchando por encontrar empleos y nuestras condiciones son aún más patéticas que las de los afganos y los palestinos", indicó. Al-Eiby se especializa en transportar personas de Bagdad a Basora. En una época, era un trabajo bien pago. Pero ahora, saqueadores e insurgentes transformaron los caminos de Irak en trampas mortales. Aunque vive en una villa miseria, las dificultades económicas obligaron a su casero a aumentar su alquiler de 27 dólares a 70, una fortuna en la ciudad de Sadr.
Una opinión muy diferente sobre el nuevo Irak viene de Hamid Balasim, un ingeniero de 34 años, experto en energía nuclear, que en una época trabajó para el régimen de Saddam. Para él la libertad es más importante que reconstruir el país o enriquecerse. "La situación es un millón de veces mejor que en la época de Saddam", dijo Balasim. "La libertad es la esencia de la vida".
Al igual que al-Eiby, Balasim también resultó muy afectado. Cuando Estados Unidos desmanteló el programa nuclear de Irak luego de la invasión, recibió un empleo de oficina en el Ministerio de Ciencias y Tecnología y su salario fue reducido de 200 dólares a 135. Pero Balasim asegura que sólo le preocupa la visión de conjunto. "Votamos en elecciones libres, leemos periódicos que critican abiertamente a funcionarios del gobierno, podemos decir lo que se nos ocurra en voz alta. Y eso no ocurre en otros países árabes que no tienen problemas de seguridad", dijo.
Para otros, la guerra y la ocupación implican mucho más que cuestiones políticas y económicas. Muchos perdieron a familiares y amigos, y sufren por los que amaban. También algunos recuerdan el horror visceral de la guerra en sí misma, las bombas cayendo sobre sus casas o sus barrios. enviar nota por e-mail | | |