| domingo, 06 de marzo de 2005 | Lavagna, el ingeniero de la deuda con nervios de acero Lucas Bergman "Dejemos que hablen los mercados" fue por meses la muletilla del ministro de Economía, Roberto Lavagna, cuando parecía que el gigantesco canje de deuda pública que timoneaba no avanzaba al ritmo esperado: los mercados hablaron y le tendieron una mano.
Lavagna, con su elegancia digna de un político europeo, hablar pausado y un humor que utiliza hábilmente para eludir preguntas molestas, logró atravesar el desierto de la mayor reestructuración de deuda de la historia que concluyó con una inesperadamente adhesión del 76,07%.
"Obviamente el nombre de Lavagna va a estar asociado a ese éxito", dijo Fernando Losada, analista de mercados emergentes de ABN Amro en Nueva York.
El ministro, que demostró su temple cuando asumió en ese puesto en el peor momento de la crisis económica del país en el 2002 dejando la comodidad de su cargo en Bruselas, se mantuvo en calma y jugó con la desesperación de miles de acreedores alrededor que temían perderlo todo si no tomaban la oferta.
Con la ayuda del presidente Néstor Kirchner, que fustigó a los acreedores a lo largo de todo el proceso, Argentina logró que la mayoría de los tenedores de bonos incumplidos por 102.600 millones de dólares se resignara a asumir una enorme pérdida y aceptara la oferta.
La operación, iniciada en septiembre de 2003 con una presentación en la lejana Dubai, permitirá al país recuperar su vínculo con los mercados internacionales de crédito y Kirchner ganar un lugar en la historia de Argentina, signada por sucesivas crisis económicas.
Pero Lavagna puede reclamar buena parte del mérito.
El camino no fue un paseo. El ministro debió lidiar con presiones de los acreedores, del FMI y de decenas de analistas locales e internacionales que presagiaban resultados desalentadores.
"Es un hombre muy racional, y esa racionalidad hizo que nunca tomara una decisión pasional, pero hubo situaciones realmente molestas para él", dijo una persona que dialoga a menudo con Lavagna.
"Pero él sabe que las peleas no se dan desde afuera, él tenía claro que si se iba perdía el objetivo", agregó.
A lo largo de todo el proceso hubo rumores de la intención de Lavagna de dejar su puesto frente a las presiones externas e internas. En noviembre, cuando la operación debió ser demorada por problemas operativos, algunos creyeron que era su fin.
Pero Lavagna se aferró a su plan y siguió esperando "que hablen los mercados".
Muchos especulan ahora sobre el futuro político de Lavagna, el único ministro del gabinete que camina sin el apoyo del presidente. Pero una fuente cercana al ministro dijo que "Lavagna no quiere ninguna otra función que no sea la de ministro de Economía, siempre que pueda desarrollarla con comodidad".
Admirado por sus asesores y respetado por sus opositores, Lavagna puede sonreír por estos días, aunque los desafíos que le restan a su ministerio, en un país con casi la mitad de la población en la pobreza, no son menores. enviar nota por e-mail | | |