| domingo, 27 de febrero de 2005 | | | Charlas en el Café del Bajo [email protected]
-No puedo pasar por alto otras palabras de esta estudiante, Patricia, que comencé ayer. Ella dice de pronto al hablar de libertad, sentimientos y razón: "Siempre luchando por tener esa libertad, siempre lográndolo, siempre encarcelándome. Por eso, cuando acepto seguir a los sentimientos termino sintiendo que en cierta forma me libero, pero un costado de mi existencia (¿la razón tal vez?) ve esa actitud amenazante. No es bueno seguir a los sentimientos, ata demasiado a las personas. Uno puede ser autosuficiente en apariencia, poder contra todo, pero basta que algo le suceda a alguien que querés para que te desvanezcas en las tinieblas. Sin embargo, a veces basta el saber que alguien te espera, te aprecia tal como sos, a veces basta saber que alguien confía en tu voluntad, que confía en uno para que te vuelvas a rearmar con rapidez excepcional. Los sentimientos nos hacen creer capaces de vencer cualquier obstáculo, de llegar a la meta, son un mal necesario".
-Aquí se produce la eterna pregunta: ¿Se debe seguir a los sentimientos o a la razón?
-Diría que se debe seguir al sentimiento siempre y cuando no conduzca al deterioro de uno mismo y del prójimo. Dice Patricia que los sentimientos son un mal necesario (yo añado que sólo a veces son un mal) y añade: "Mal necesario pero aun así a veces el ansia de liberarse hace encerrarlos muy dentro de uno, volviéndose esta vez prisioneros de la razón y sus reglas. Esto nos lleva a realizar acciones en apariencia extraña a nuestros sentimientos, sin contar que tarde o temprano sentimos el anhelo de liberar esa parte que esta suprimida (liberar al corazón) y cuando esto sucede volvemos al estadio anterior. Qué difícil es seguir al corazón sin abandonar al orgullo, qué difícil es sentir sin perder la razón, qué difícil es razonar, darle un sentido común a los sentimientos, qué difícil es ser libre sin saberse atado en alguna forma". La verdad Inocencio es que me han gustado mucho estas palabras de la amiga. Y quisiera que usted redondeara una reflexión sobre libertad, sentimiento y razón.
-Ya dijo usted ayer que difícilmente el hombre puede ser libre, pues siempre está más o menos atado a otros hombres o a determinadas circunstancias. Un ser humano triste es un esclavo, un pecador es otro esclavo, un ser en soledad padece la más grande de las diversas formas de esclavitud. Como siempre, la tarea del ser humano es lograr la mayor cantidad de libertad posible mediante el amor, porque no de otra forma se logra la liberación. Al hablar de sentimientos y razón a mí, personalmente, se me hace muy difícil permitir que esta última impere sobre los primeros y casi siempre acabo esgrimiendo una excusa para justificar el desvarío: "el corazón tiene razones que la razón no comprende". Confieso que llevar esta frase en el bolsillo de la vida no siempre es bueno. Uno no debe encerrar a los sentimientos y confinarlos en la triste celda de la represión, pero tampoco permitir que salgan al mundo a hacer de las suyas. Porque en definitiva, tarde o temprano, un sentimiento dislocado hará cumplir lo que decía un viejo amigo a su pareja en el momento de su separación: "Este amor loco que alguna vez fue rosa no podía sino terminar en espina". Seamos sinceros, cuando el sentimiento no entiende razones el final será siempre desafortunado.
-Una última expresión de esta joven dice: "aceptarme como soy es mi única manera de escapar". Eso una vez lo leí en un libro. Pero, aceptarme para escapar ¿de qué, de quién? y sobre todo ¿por qué escapar, por qué huir? Esto sentenciaría mi orgullo. Prefiero esta alternativa: conocer y enfrentar quien soy es la única forma de mejorar.
-Es cierto, alguna vez dijimos que sólo a partir del profundo conocimiento que el ser tiene de sí mismo puede comenzar la evolución. Nadie llega a destino si desconoce de donde partió ¿Cómo puede alguien realizarse si no sabe lo que es? Por eso es importante, en la difícil pero insoslayable tarea de evolucionar, comenzar por aceptar los errores, ratificarse en el defecto para alcanzar la virtud. Y digo, finalmente, algo que me parece importante: se comienza a ser virtuoso en el mismo momento del reconocimiento del error. Hasta mañana.
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