| viernes, 18 de febrero de 2005 | Guardianes La esposa del radiólogo, que también es médica, vio llegar a su marido con tres hombres en el auto y desde la ventana adivinó exactamente lo que ocurría. "Por lo que le dijeron a él en el auto sabían perfectamente quien soy y dónde trabajo. Lo único que no imaginaron es nuestra situación económica. En el final de una obra uno tiene más deudas que plata y come polenta por un año", dijo la mujer a La Capital. "Quedamos aterrados. A él le pusieron el revólver en el abdomen y en la cabeza. Nos salvaron los perros". enviar nota por e-mail | | |