| domingo, 23 de enero de 2005 | La Cumbrecita: Pueblo peatonal En la villa cordobesa residen 600 habitantes. Cómo llegar y dónde alojarse Marcelo Castaños / La Capital La Cumbrecita es un lugar en el que el visitante descubre que realmente ha llegado a un sitio distinto, exclusivo, del que sin embargo se siente parte muy rápidamente. Su emplazamiento en medio de la sierra Grande cordobesa, casi a trasmano de todo, su condición de pueblo peatonal, su arquitectura cálida y su ritmo tranquilo, le confieren un aire singular y cautivante.
Visitarla supone una experiencia que puede combinar el disfrute de las tradiciones y estética alemanas, suizas y austríacas con la interacción pura con la naturaleza.
Y tiene algo que pocos lugares turísticos pueden ofrecer: la posibilidad de recorrerla en una visita relámpago de uno o dos días y quedarse absolutamente satisfecho con el paseo. Por eso, La Cumbrecita es elegida por quienes vacacionan en Villa General Belgrano, Santa Rosa de Calamuchita y otros lugares cercanos del valle de Calamuchita.
Está ubicada a 1.450 metros sobre el nivel del mar. Y no se llega así nomás. Para alcanzar este paraje hay que recorrer más de 30 kilómetros de ripio que no siempre está en las mejores condiciones. Puede hacerse con el propio auto o contratar vehículos especiales.
Y en la misma llegada el pueblo ya empieza a mostrarse exclusivo. Los autos tienen que quedar afuera, antes del puente de ingreso a la localidad, para lo cual hay una playa de estacionamiento. Sólo pueden entrar los vehículos cuyos dueños se hospedan en el lugar, los que sin embargo no pueden circular sino en horarios muy restringidos.
La villa se desarrolla fundamentalmente a los costados de un camino ascendente de tierra, sobre un cerro bañado por el arroyo Almbach y el río del Medio.
Allí se levantan las casitas alpinas, algunas de dos plantas y más, de techos a dos aguas y abundante madera. Las márgenes del camino son compartidas por hoteles, hosterías, restaurantes y pequeños comercios que ofrecen productos y recuerdos del lugar. Los decorados y los carteles remiten a la Europa central. Y buena parte de la señalización está escrita en español y alemán.
Fue declarado pueblo peatonal el 9 de julio de 1996, por lo que el acceso con vehículos está completamente restringido. Eso le confiere una paz inigualable y una impronta urbana particular: La Cumbrecita no tiene veredas, se camina por el medio de la calle de tierra.
Y así se asciende por el camino principal, que a poco de andar muestra bifurcaciones que llevan a los distintos lugares de atracción de la villa: su capilla, el cementerio, la cascada, la Olla, el cerro Wank, entre otros.
El cerro, la Olla y la cascada Llegar a la Olla es fácil y se puede estar un buen rato, sobre todo en verano. Se sigue el camino principal que prácticamente deja al visitante al pie del lugar.
La Olla no es más que un espejo de agua en medio del arroyo, bañado por una pequeña cascada y bordeado de piedras. Es cristalino, profundo (unos 8 metros) y de agua fría. Allí los visitantes se recuestan sobre la roca a descansar o tomar sol, se pueden bañar y los más audaces se suben a las rocas cascada arriba y se tiran al agua desde lo alto. Se puede llegar a hacer un clavado desde los ocho metros de altura. Arroyo abajo se arman piletas naturales de baja profundidad, y allí van las familias enteras, sobre todo con chicos pequeños, a descansar.
Si se sigue camino y no se va hacia la Olla, se llega al puente que lleva a la tradicional confitería Liesbeth, el nombre de quien fuera la ama de llaves del fundador del pueblo (ver página 6). La confitería es en sí misma un lugar que invita a quedarse. Pero si se está en tren de caminata, lo bueno es internarse en el bosque de abedules, bordear una quebrada y llegar a la cima del cerro Wank, de 1.715 metros.
El Wank, al que se accede después de un ascenso de aproximadamente 265 metros (una hora de caminata), ofrece una excelente vista del valle de Calamuchita. Se llegan a ver tanto el embalse Los Molinos -al norte- como el de Río Tercero -más al sur- y por supuesto perdida abajo está La Cumbrecita. Tiene un monolito que hay que encontrar y la foto es obligada, porque es la referencia de que se ha llegado a la cima.
El arroyo Almbach también ofrece uno de los mayores atractivos: la cascada de 14 metros que cae sobre otra olla, donde también se practica clavadismo.
A la cascada se llega por un camino que nace en la hostería Khustall (está muy bien señalizado y es imposible perderse) y atraviesa un bosque de pinos. El sendero en sí es todo un atractivo, en algunos lugares el sol entra a duras penas y así se mantiene la humedad.
La llegada a la cascada presupone sortear una bajada de piedras grandes, que no todos están dispuestos a hacer. Pero el espejo de agua que se forma es hermoso, y nadar hacia el salto y acercarse lo más posible al agua que cae violenta es una experiencia inolvidable. enviar nota por e-mail | | Fotos | | El acceso de vehículos a la villa es restringuido. | | |