Para beber: Variedades del noroeste

Gabriela Gasparini

Hemos visto ya algunas regiones vitivinícolas de nuestro país, pero nos faltaba una de las más renombradas: la noroeste. Comprendida entre los 22 grados y 29 grados de latitud sur, en ella aúnan bondades la provincia de Jujuy, parte de las de Catamarca, Salta y La Rioja y el noroeste de Tucumán.

Debido a las particularidades del clima, donde mejor se desarrolla la vid es en los valles situados entre los mil y los dos mil metros sobre el nivel del mar. Allí se destacan Cafayate en Salta, Andalgalá y Tinogasta en Catamarca, y Chilecito en La Rioja.

Seguramente, para la gran mayoría, los Valles Calchaquíes sean los más conocidos. Estos comprenden las cadenas montañosas que se encuentran al oeste de Salta, noroeste de Tucumán y el norte de Catamarca. Ahí se encuentran, por ejemplo, La Poma, Cachi, Molinos, San Carlos y Cafayate en la provincia de Salta, Amaicha del Valle en Tucumán y Santa María en Catamarca. El clima es templado, con notables amplitudes térmicas y largos veranos. Los suelos, arenosos con elevada proporción de arena fina, están regados por las aguas de los ríos Calchaquí y Santa María y sus afluentes.

Como no podía ser de otra manera, la variedad más cultivada es la Torrontés; dueña de un aroma y un sabor característicos, produce un vino de gran tipicidad que alguna vez habrán probado. Le siguen en importancia las Chardonnay, Chenin y Cabernet Sauvignon. En este área vitivinícola se destaca Cafayate como el principal centro productor, con un 70 por ciento de la superficie con viñedos. Sus blancos son famosos y entre ellos, lejos, la delantera está en manos del Torrontés del lugar con una nariz donde las flores dan la nota, y que es admirado no sólo en estas tierras sino también allende los mares. Pero como no se puede vivir sólo de blancos, vale la pena destacar que la Malbec se expresa allí maravillosamente bien, y que tampoco se quedan atrás la Cabernet Sauvignon y la Pinot Noir.

Situados ya en los valles catamarqueños, la cosa se divide en dos áreas: la occidental y la del Valle de Catamarca u oriental. Digamos que el Valle de Catamarca es un lugar caluroso pero con más lluvias que su vecino, y que sus suelos son limo-arenosos. El oeste, en cambio, es más fresco y menos lluvioso. Los suelos son bastante homogéneos, de textura media y fina, pobres en materia orgánica y calcáreos. Entre las cepas más comunes se pueden nombrar Cereza, Torrontés Riojana, Bonarda y Moscatel de Alejandría.

En el departamento Tinogasta, del sector occidental, se desarrolla el 70 por ciento de la actividad vitivinícola. Es donde se encuentra la mayoría de las bodegas. Todo cambia al llegar a La Rioja. Allí la mayor concentración se produce en pequeños valles situados entre las Sierras de Velasco al este y la Sierra de Famatina al oeste. Una topografía variada da lugar a la existencia de diferencias térmicas notables entre los valles del oeste y la planicie, con veranos tórridos. Los suelos, de tipo aluvional, presentan una textura más gruesa en la meseta y más fina en valles y planicies. Aquí otra vez el cepaje Torrontés Riojano es considerado característico de la zona. El resto de la producción se divide entre otras variedades perfumadas como Moscatel de Alejandría y Torrontés Sanjuanino. Las tintas son menos cultivadas, pero entre las elegidas figuran Bonarda y Barbera.

El departamento Chilecito tiene la mayor superficie con viñedos de la provincia. Menos importantes se pueden señalar Famatina, Castro Barros, General Sarmiento y San Blas de los Sauces. Dadas las características del clima, seco y luminoso, y el tipo de uvas cultivadas, se producen en gran medida vinos regionales, predominantemente blancos, de color amarillo dorado, alcohólicos, poco ácidos, ligeramente dulces y muy aromáticos. Pero no son los únicos, también se elaboran vinos finos para los que es necesario adelantar la cosecha: son caldos amarillo pálido, de aroma intenso. Vale la pena resaltar que el torrontés riojano, al igual que el salteño, tiene seguidores incondicionales.

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