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 miércoles, 12 de enero de 2005  
"Fue inútil resistirme, pero lo hice por miedo a que me mataran"
El taxista Ariel Vergara quiso impedir que dos pibes lo asaltaran en zona sur. Sebajó del coche, los enfrentó en la vereda y le dispararon tres veces. Sólo lo hirieron

Andrés Abramowski / La Capital

De todos los viajes que el taxista Ariel Vergara realiza por noche, al menos en tres se le activa un alerta interior que prevé el riesgo de un asalto. Suelen ser falsas alarmas. Pero el miedo viaja con él todos los días como un adorno que pende del mismo retrovisor por el que intenta indagar sobre las intenciones del pasajero. La noche del lunes la alarma sonó y el miedo despertó. Dos pibes lo asaltaron en la zona sur y Vergara se resistió, primero desde el volante y luego desde la vereda: se bajó del auto e increpó a los pibes para pelearse. Antes de huir con unos 70 pesos y el autoestéreo, le dispararon tres veces, pero sólo una bala lo hirió superficialmente en el muslo derecho. "El tiempo es cortísimo en esos momentos. Todo lo que hice fue inútil, pero lo hice por miedo. Y ellos también estaban asustados", confesaba ayer en su casa de la República de la Sexta.

Vergara tiene 47 años y desde hace cinco trabaja como taxista de seis de la tarde a seis de la mañana, "el horario de los peones", aclaró. El lunes, poco después de las 21.30, lo pararon en Entre Ríos y San Luis dos pibes a los que le calculó entre 15 y 17 años. "No tenían mucha pinta de choritos (sic). Querían ir a Esteban de Luca y Pavón. Esa esquina no es brava, aunque dos cuadras a cada lado sí. Pero si empezás a esquivar viajes, al final no se labura nada", relató el trabajador.

Uno de los pibes se sentó en el asiento del acompañante del taxi, lo cual para Ariel es "conveniente, porque ante cualquier problema te podés defender mejor, lo podés manotear". Llevaban una bolsa de papel madera con una caja de zapatos adentro. "Conversaban entre ellos como para que yo escuchara y entrara en confianza. Uno decía que quería mostrarle a la vieja las zapatillas que se había comprado, comentaban que habían estado en el centro toda la tarde y que se habían demorado en una sala de videojuegos. Hasta me convidaron con una coca".

Momentos antes de llegar al destino Ariel empezó a prepararse para lo peor porque "es el momento clave, cuando todo queda al descubierto". Los pibes le pidieron que doblara por Pavón y entonces el de atrás sacó su arma. Le dijeron que siguiera "manejando tranquilo" y le pidieron "la plata".

"Le indiqué cualquier lugar para que buscaran el dinero y yo pudiera ganar tiempo. Lo jodido de estas situaciones es que nunca sabés como van a terminar", recordó sobre el principio de una odisea de no más de tres minutos. "Ibamos a paso de hombre por una calle de tierra -continuó- y me quisieron hacer entrar en una cortadita. Me negué, seguí de largo, y el de adelante me manoteó el volante. Ahí creo que empezaron a dudar: uno decía que parara, el otro que siguiera. Es que había bastante gente en la calle".

En ese momento Ariel trató de llamar la atención de los vecinos para ver si sus pasajeros abortaban el asalto. Incluso intentó chocar a un auto que salía marcha atrás de una cochera. "Se me ocurrió darle un toque para que el tipo se bajara a putearme y entonces los choros bajaran el arma. Pero el que iba adelante me hizo pegar un volantazo para evitar el choque".

El Renault 19 llegó a Uriburu y Colón, donde había más gente aún en la vereda. Los ladrones intentaron que el auto ingresara en una villa, pero el chofer tiró el auto contra la vereda norte de la avenida. "Había una familia sentada en la vereda. Cuando vieron que me bajé tan rápido y a los gritos se metieron en la casa", contó acerca del principio del desenlace, de esa "inútil reacción" que le pudo costar la vida.

"Estaba como a cuatro metros del auto y empecé a putearlos. El de adelante se bajó enseguida, pero el que estaba armado dudó. Los apuré: «Si me vas a tirar, tirá ahora, puto». El otro le decía al compañero que disparara. Tiró y no me pegó. Agarré una banqueta que había dejado la familia que estaba en la vereda y me cubrí, entonces me apuntó abajo. Hizo dos tiros y el último me dio abajo de la ingle. Se rajaron y los corrí, les tiré con la banqueta por la cabeza, pero le pegó en un pie. Al final entraron en una villa en la que no me meto ni de día. Por suerte ahí se me terminó la bronca".

Vergara se fue manejando el taxi hasta el Hospital Clemente Alvarez y a las horas regresó a su casa. Ayer por la mañana, este ex pintor y mecánico contaba su historia a la prensa y a la tarde pensaba aprovechar su franco para dormir, cosa que no había podido hacer desde el robo. Contaba que en cinco años sufrió unos seis asaltos, pero ninguno con arma de fuego como el del lunes. "Una vez me cortaron con una navaja abajo de la tetilla derecha, pero no pasó nada", detalló.

El tachero afirmó que siempre reaccionó igual ante los robos. "No lo hice por mis pertenencias, lo hice por miedo a que me cocinaran y por eso me rebelé. Si vos acorralás a un gato te va a saltar. Es por instinto de conservación y nosotros, aunque a veces pensamos un poquito, también somos animales".
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Vergara mostró menos pudor que bronca por el tiro que recibió.

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