| domingo, 09 de enero de 2005 | El Coco Llorente Javier Parenti / La Capital Un futbolista de aquellos, un malabarista con la pelota, un jugador de potrero, un merecedor de elogios por su calidad para mover la redonda, un tipo bien de barrio al que nunca le importó la fama y el dinero y que por su bohemia hoy vive igual que siempre, en el barrio Industrial.
La voz con la que Julio Llorente cuenta su historia atrae. Las anécdotas se suceden y el tiempo se pasa volando. Decile que te cuente cuando hizo la tumba carnera, de los jueguitos con el sifón, de los caños y sombreritos que tiró, de los penales, de..., fueron las recomendaciones de muchos que lo conocieron. Y así fueron apareciendo en el repaso de este fulbá o centrojás, que en el profesionalismo jugó en Argentino y que pasó por Gimnasia de La Plata.
"La tumba carnera la hice jugando en Argentino, en un preliminar de un amistoso entre un combinado rosarino contra los uruguayos, tenía 23 ó 24 años. Vino una pelota alta al área, la paré con el pecho adelante del chivo Palmintieri, que atajaba, y como se me vinieron al humo todos la enganché con los tacos y hice la tumba carnera. Toda la cancha aplaudía y yo ni sabía lo que había hecho. Lo único que vi fue adelante la cancha limpia y cuando miré atrás vi a todos adentro del arco, hasta los policías. El referí paró el partido y me dio la mano. Al otro día, Guardameta (ex periodista rosarino) sacó una nota en el diario".
"Nací con esa habilidad. Hacía jueguitos con piedritas, con chapitas, una cajita de fósforos... Un don, me salía de adentro", revela antes de aceptar que "es cierto, los hacía hasta con un sifón. Con lo que me tiraban hacía. Y todavía los hago, los pibes a veces me vienen a buscar y por ahí con la bocha en la cabeza hago jueguitos y me tiro al piso y sigo, pero después no me puedo levantar, me cuesta un huevo".
Cómo habrá sido que "a la vuelta de Buenos Aires, en el tren, en un vagón veníamos nosotros y en otro los muchachos de Central Córdoba. Y el arquero Luciani se puso a hacer cabecitas. Me fueron a buscar y nos pusimos cada uno con una pelota. El que llegaba a Baradero ganaba. Me puse, ta... ta... ta... y llegué casi hasta San Nicolás. Una hora y cuarto haciendo cabecitas en el tren. A él se le cayó antes en una curva", reconoce el Coco.
Si bien nació "cerca del club Náutico, de pibe vine a vivir acá y siempre me tiró el barrio, la canchita de River que estaba acá a una cuadra y la de Argentino, donde ahora está el club Edison. Soy salaíto desde los 6 años y hasta me hacía la chupina a la escuela los sábados para ir a la cancha a ver el gran equipo de Argentino, que tenía una línea media extraordinaria, con Mujica, Maurino y Poletti", aunque su ídolo de siempre fue el ex crack de River, José Manuel Moreno.
"Me encantaba el fútbol en los huecos, pero igual llegué al fútbol grande. Jugué hasta en la 4ª especial de Central y de ahí me llevaron a Gimnasia de La Plata. Aparecí un martes y el domingo debuté contra Ferro, en su cancha, y le hice el gol a Roma", recuerda como al pasar y hoy recuerda a Miguel Ignomiriello, el técnico que "no me dejaba jugar cuando me veía los dedos amarillos por el cigarrillo.
"Me quedé allá, pero era muy desprolijo. Me gustaba el hipódromo, me escapaba de la concentración. Tenía 17 años y por primera vez contaba con unos pesos. Pero un 9 de julio me volví. Me tiraba la esquina del barrio, el club, los torneos de 7. Y como todos sabían que soy hincha de Argentino, como la mayoría de los pibes del barrio, me vinieron a buscar y fui con el Lalo Hidalgo, que jugaba en Central. Me consiguieron trabajo en el ferrocarril y uno era un señor laburando ahí", confía.
Otro equipo que contó con su juego fue "Sporting de Punta Alta, cuando hice la colimba. Todos los que jugamos en ese equipo llegamos a primera", y practicó una vez en Boca, ante Los Andes, pero "no la vi, pero tampoco había ido convencido a mostrarme".
"También me buscaron de Colón y de Quilmes, pero en Argentino me tenían para firmar en Platense, donde ya estaban Berazza y el ruso Szamrej. El técnico era Báez, que me dijo cambiesé que va a practicar. Le dije que no. Que me diera el contrato, si me veían cada quince días y si ellos me habían buscado por algo era. Entonces me fui", relata y reconoce que tampoco lo seducía la idea de volver a Buenos Aires. Seguí en Argentino y después pasé a Belgrano de Arequito durante 3 ó 4 años en los que la pasé muy bien y a dónde siempre quise volver, era cuando en el campo pagaban más que en Ñuls o Central".
Y del fútbol del interior surge otra anécdota que pinta su picardía, su condición de jugador distinto. "Un sábado había jugado para Argentino, contra San Telmo y a la mañana me vino a buscar el Mono Gartich -un referí- para llevarme a Corral de Bustos para jugar un amistoso contra Boca, que era el fútbol espectáculo. Era un 8 de julio. Fui con el Chivo Cockrane y nos iban a dar 800 pesos, serían unos 200 de ahora. Parábamos en un hotel pero no dormimos en toda la noche, me fui de joda. Y el lunes jugamos igual. Fue el mejor partido en mi vida. Lo agarré para la joda a Grillo y a Valentín. Entonces me dije, preparate, te vas a Buenos Aires de taquito. Si hasta vino el técnico Feola y me dijo usted es un muy buen jugador de fútbol. Pero no pasó nada... Y cuando fui a cobrar vi que había mucha plata y que me felicitaban todos. Entonces me avivé y les dije que me habían prometido 1.600, el doble. Se miraban entre todos. Y un tipo dijo désenlo, por cómo jugó, se lo merece".
Y un día se cansó de jugar y dejó. "Tenía 38 años cuando jugué para Chicago Argentina, en los veteranos". Entonces, sólo siguió haciendo jueguitos con lo que le tiraran y mientras tanto se las rebuscaba como "inspector de tránsito de la municipalidad. Hacíamos cada cosa, hasta por un cigarrillo. A veces enganchaba los autos y tocaba timbre para que salieran. Es más, una vez enganchamos con la grúa a uno que estaba adentro de un garage", cuenta sonriente.
Ahora, con sus 69 años cumplidos el 5 de diciembre, se las rebusca con changas y vive con su estilo de vida de siempre, en la humilde casita del pasaje Amado Nervo de la que nunca quiso ni pudo alejarse mucho tiempo.
"... y me arrepiento y no. Me faltó la sabiduría para no cometer aquellos errores, sería millonario. Pero lo que viví no me lo quita nadie. Mientras jugué estuve bien, después fue otro cantar". l enviar nota por e-mail | | |