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 domingo, 09 de enero de 2005  
Sin energía eléctrica, pero con la mira en la Constitución

Carlos Duclos

En sus cartas a Lucilio, Séneca recuerda que "lo mediocre y destinado al uso corriente la fortuna lo produce con frecuencia, mas lo eximio ella lo avala por su escasez". Si el genio de Roma viviera en la Argentina de nuestros días ratificaría con fruición su aserto no sin compartir, naturalmente, las penurias con tantos compatriotas. El filósofo descubriría, por ejemplo, que los cortes de energía eléctrica causan no pocos problemas y en ocasiones cuantiosas pérdidas y hasta podría concluir en que los argentinos en realidad son una clara muestra de como la escuela filosófica de Zenón, el estoicismo, vino a prender fuerte en un pueblo agobiado no sólo por calores infernales, sino por actitudes de sus líderes, rara vez eximios.

El gobierno de la provincia está enojado con la empresa prestataria del servicio de agua por los sucesivos cortes que tienen a muy mal traer a no pocos vecinos de la ciudad. Las palabras de Obeid muestran una clara y justa irritabilidad, pero sus acciones van, por otro camino, más calmas, más tranquilas y hasta se diría que despreocupadas de ciertos problemas también graves. Por ejemplo: a su gestión corresponde adoptar las medidas tendientes a brindar un aceptable servicio en materia de electricidad, pero todos saben que este servicio de aceptable tiene poco y nada. Para justificar el descalabro que, justo es decirlo, también se vivió con el ex gobernador Carlos Reutemann y con José María Vernet, se apela a la ya consabida explicación de la gran demanda y la saturación de la red. Esta argumentación desparpajada, que atenta contra la debida valoración de la capacidad de análisis del ciudadano medio, es poco feliz. Ya todos saben que no es la gran demanda lo que provoca los cortes de energía, sino la falta de inversión que durante años la clase política, a la sazón en el poder, no hizo.

Preocupa que ante una prestación tan deplorable vigente a través del tiempo la autoridad de turno no haya hecho otra cosa que aumentar las tarifas hasta convertirlas en unas de las más altas del país. Asombra, ciertamente, que el gobierno no se irrite con su empresa como lo hace con la privatizada que suministra el agua y no deja de llamar la atención, por lo demás, que en medio de este descalabro el gobernador no anuncie a los santafesinos, al menos, que se abstendrá de incrementar las tarifas en vista del deteriorado servicio que brinda la empresa. En este marco el gobierno de la provincia está interesado en la modificación de la Constitución provincial. No está mal y hasta es necesario el cambio pero ¿para qué? Una reforma constitucional seria debe contemplar el interés de los santafesinos y tener en cuenta los grandes males que afectan a la sociedad de nuestros días como lo es, por ejemplo, el auge delictivo o la excesiva burocracia que lejos de agilizar trámites y de coadyuvar al crecimiento social significan un gasto innecesario y harto pesado.

Respecto de la delincuencia y la reforma constitucional, es menester decir que la reforma merece la inclusión de principios claros que sean directrices en cuanto a la forma de contener la ola delictiva y termine con la nefasta institución que el ciudadano común ilustró con una frase sabia: "Los delincuentes entran por una puerta y salen por otra". Es hora de municipalizar a las policías y es hora también de que el Consejo de la Magistratura, órgano encargado de la elección de los jueces, tenga rango constitucional. La elección de aquellos magistrados que habrán de impartir justicia no es poca cosa.

Regionalizar la provincia a los efectos de atenuar una burocracia que es un monstruo que fagocita a cuanto recurso se cruza en su camino es otro compromiso. Es inaceptable en estos tiempos que no exista una cabecera en una región desde donde no sólo se estructuren las políticas, con la reducción de funcionarios y gastos que ello trae aparejado, sino que proceda a centralizar la infraestructura destinada a realizar trabajos públicos. Si se observa detenidamente, el sur de la provincia cuenta con innumerables localidades muy cerca unas de otras en donde funcionan (sin funcionar) cientos de intendentes y concejales y se despliegan vehículos, máquinas y esfuerzos a veces para poco y nada ¿No es hora de terminar con todo este gasto que pagan todos los santafesinos? La autonomía de los municipios, desde luego, debe ser otra de las cuestiones importantes a tratar en el marco de un estudio serio y meditado.

Una reforma constitucional debería necesariamente poner a resguardo celosamente los derechos a la salud y a la educación, los derechos de la niñez y la ancianidad. No podría obviar, de ningún modo, precisas instrucciones tendientes a preservar el ecosistema y la defensa del medio ambiente. Muchísimas son las cuestiones trascendentes que podrían abordarse al tratar la reforma constitucional. Es de aguardar que así sea y que no sólo se circunscriba el núcleo del cambio a la posibilidad de la reelección del gobernador.

Lucio Anneo Séneca, observaría en este país y esta provincia que tuvo razón al decirle a Lucilio: "Cuando alguien soporta los tormentos con entereza hace uso de todas las virtudes. Quizá una se hace ostensible y se manifiesta particularmente: la paciencia". Los santafesinos han sido pacientes y lo siguen siendo. Ahora, el gobernador Jorge Obeid tiene una posibilidad histórica de hacer algo grande y es de aguardar que no la desaproveche. Por de pronto, y para que los constituyentes en su momento no deban sesionar sin luz, podría abrir la Empresa Provincial de la Energía a un sistema de cogestión entre sectores privados y estatales de manera de mejorar el servicio con nuevas inversiones.
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