| domingo, 09 de enero de 2005 | Mujeres perfectas: ¿Ideales de superación o perfeccionismo obsesivo? Podemos representarnos un día cualquiera en la vida de una mujer de esta época, y seguramente será semejante al de muchas que armonizan dificultosamente el trabajo fuera del hogar con las obligaciones domésticas, dejando intersticios insuficientes para el descanso, la recreación o el espacio personal. Se dice que en el siglo XX ha cambiado el rol de la mujer, sin embargo sería más apropiado plantear que se han sumado nuevas facetas, cualitativamente muy distintas, pero que no se ha desprendido de ninguna responsabilidad.
Con frecuencia el discurso femenino se centra en que se hace demasiado, y que esto es inevitable pues la mujer debe estar en todo y su particular toque se vuelve imprescindible en cada uno de los lugares por los que pasa. Muchas parecen sentir la necesidad de verse perfectas ante los ojos de los demás. ¿Es un ideal de superación o se trata de un perfeccionismo obsesivo?
Para los griegos algo era perfecto si estaba terminado, completo, de modo tal que no le faltaba ni le sobraba nada. Era justamente lo que era y como tal, lo mejor en su género o en su clase. Para Sócrates, la perfección del individuo consistía en una capacidad de autodominio. Para Aristóteles, estaba asociada a la moralidad: nada que fuese malo podía ser perfecto. Unos siglos después, para Occidente, la idea de perfección estuvo ligada a la esfera religiosa y a Dios como modelo único de suma perfección.
Actualmente la perfección va tomando perfiles diversos pero continúa vinculada a estas nociones que se integran a la idea de completud y de búsqueda idealizada. ¿Vivimos las mujeres buscando la perfección? ¿Es una peculiaridad que nos caracteriza? ¿Por qué tenemos ese afán perfeccionista que roza la obsesividad? Quizás tengamos que rastrear en la historia y la cultura para comprender y dar respuesta a estas preguntas.
La mujer, biológicamente preparada para la maternidad, tiene que nutrir y cuidar a los hijos. En esas funciones debe comportarse con abnegación, en especial en las primeras etapas de desarrollo, pues de otro modo los niños no podrían ni siquiera sobrevivir. Luego, estas funciones maternales se extrapolan a otras aristas que componen la esencia femenina, excluyendo la posibilidad de compatibilizar todo esto con la aceptación y expresión de las propias necesidades, de tal forma que siempre tiene que estar dispuesta a nutrir y cuidar, incluso llegando al sacrificio por los seres queridos.
Durante el siglo XX acontecimientos mundiales propendieron a que la mujer occidental ampliara su rol. La Segunda Guerra ha sido una auténtica bisagra en este sentido, pues las condiciones del contexto bélico generaron la necesidad de sumar al sexo femenino al mundo productivo en actividades tradicionalmente reservadas a los varones. Así, la mujer salió del hogar y nunca más retornó al esquema previo que se había mantenido durante siglos.
Frente a la discriminación gestada por milenios, la mujer ha debido mostrarse sin fallas, ocultar sus aspectos vulnerables y exhibirse como carente de necesidades en el afán de ocupar un lugar equivalente al del hombre. John Lennon exhortaba a dejar de lado las hipocresías y asumir el cambio: "La mujer es el nigger del mundo. Pensalo... hacé algo acerca de ello. Si no me creés, echá una mirada a la que tenés al lado. La mujer es el esclavo de los esclavos..."
Habrá que analizar en la historia personal cómo interjuegan estos factores sociales y culturales para que aparezca esta ambición de perfección exagerada. Muchas veces se pone en juego la salud física y psicológica, y el sentido de nuestra vida en la búsqueda de esa persecución utópica e irrealizable. Nos interrogamos acerca del auxilio que puede ofrecer la filosofía ante esta avidez desmedida y nociva.
Sería adecuado interponer la reflexión y hacerse algunas preguntas: ¿Quién nos obliga a ser perfectas? ¿Por qué tenemos que poder con todo lo que se presenta? ¿Por qué nos cuesta tanto pedir a otras personas que nos ayuden a compensarnos en nuestras necesidades? ¿Para qué y para quiénes queremos ser perfectas? ¿Tenemos en claro qué es la perfección para nosotras cuando nos obligamos a cumplir metas quiméricas sin evaluar los costos vitales? ¿Qué ganamos o perdemos? ¿Qué precio tiene la perfección sin sentido y exagerada? ¿Vale la pena?
Quizás como en el filme "Mujeres perfectas", podamos descubrir que la perfección no siempre está dada por un ideal forjado por la mujer, sino que es la representación que determinados hombres tienen respecto de lo que significa la mujer, de qué función debe cumplir y de otras tantas pautas que no incluyen la decisión de qué quiere hacer cada una con su vida.
La prudencia, virtud por excelencia, podría ayudarnos a encontrar el justo medio entre los extremos. La búsqueda de ese equilibrio nos llevaría a una vida feliz, que proponía Aristóteles. Cada una deberá buscar cuál es su modelo de perfección y qué puede y quiere hacer para lograrlo.
Alicia Pintus. Filósofa y educadora.
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