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 domingo, 09 de enero de 2005  
Asegura que tras la crisis de 2001 surge una nueva etapa histórica
Aldo Ferrer: "Cada país tiene la globalización que merece"
Desde una nueva entidad,el economista propone unpacto para superar la pujaentre el campo y la industria

Alvaro Torriglia / La Capital

Referente de los economistas que subrayaron históricamente la necesidad de un desarrollo industrial en Argentina, Aldo Ferrer es desde el año pasado presidente del Pacto del Campo y la Industria (Paci), una entidad creada por Coninagro y el Grupo Industriales con el objetivo de generar ideas que contribuyan a superar un conflicto que, al menos en la discusión teórica, envolvió por muchas décadas a los dos sectores. Desde ese lugar, el economista señala que esa puja fue uno de los factores que más contribuyó a la inestabilidad política desde el siglo pasado. "La gobernabilidad no depende sólo del poder político sino del comportamiento de los actores sociales", subraya y considera que la búsqueda de consensos para crear espacios de rentabilidad a todos los sectores de la economía debería ser la base de un nuevo paradigma de desarrollo ligado a una nueva visión de la integración en la economía mundial. Ferrer, precisamente, propone la hipótesis de que el cambio de política económica luego de la crisis de 2001 inicia una nueva etapa histórica en el país, y así lo plantea incluso en la tercera edición revisada de su clásico libro "La economía argentina", que se lanzó el año pasado.

-¿Con qué idea se creó el Pacto del Campo y la Industria (Paci)?

-Es una iniciativa que surgió de dirigentes de ambos sectores y refleja el convencimiento de que la economía argentina se apoya en dos pilares: la actividad industrial y la agropecuaria. Y que un país moderno depende del desarrollo pleno de ambos sectores. El supuesto de que Argentina podía sustentarse en sólo uno de esos pilares motivó, en la experiencia histórica, desinteligencias de política económica y contribuyó a generar inestabilidad por mucho tiempo. Como fruto de la experiencia, se acordó la necesidad de un consenso sobre políticas que faciliten la gobernabilidad de la economía argentina. La gobernabilidad no depende sólo del poder político sino del comportamiento de los actores sociales. En la medida que dos sectores tan importantes generen consensos sobre política cambiaria, tributaria y social contribuirán a movilizar la riqueza. Lo fundamental es crear espacios de rentabilidad tanto en el campo como en la industria. Cuando esto no sucede, se envía el ahorro al exterior, se fugan capitales y talentos y el país se endeuda hasta el borde de la insolvencia. La evolución de los últimos tres años revela que Argentina tiene posibilidades de ponerse de pie con sus propios recursos. Hoy hay un estado de opinión del conjunto de la sociedad argentina en el que se están sacando conclusiones de una experiencia penosa. Y el Paci apunta a participar e incentivar ese debate.

-Esta visión de superar el conflicto entre el campo y la industria, ¿se da por consenso o porque uno de los dos sectores tuvo que tirar la toalla?

-Le diría que hoy hay consenso sobre la esencialidad de una argentina industrial, con una fortísima base de la actividad agropecuaria. El sector agrario está operando en las fronteras tecnológicas, con la siembra directa, los transgénicos, las nuevas formas de los mercados. La propia industria, una vez que se salió del escenario depresivo y se abrieron espacios de rentabilidad, ha demostrado que tiene una capacidad de recuperación interesante. Esta visión integradora no es original, es la que tuvieron los países avanzados.

-Durante muchos años, buena parte de la literatura económica culpó al campo por el estancamiento. ¿Cambió el sector agropecuario o la visión sobre el mismo?

-Buena parte de la revolución científica contemporánea se refiere al sector agropecuario. Su convergencia con la ampliación de los mercados en la Cuenca del Pacífico abre un espacio muy propicio para la producción agraria. A diferencia de fines del siglo XIX, cuando hubo un desarrollo agropecuario que postergó la economía industrial, sabemos ahora que no alcanza un solo sector.

-¿Es la revisión de un economista que tradicionalmente fue vinculado a la visión del desarrollo industrial?

-Siempre tuve una visión integradora pero es probable que ahora, en virtud de estos cambios que hemos señalado y el dinamismo que revelan los emprendedores del sector rural y que se ha convertido un dato muy importante, hayan provocado que le más atención a ese tema.

-¿La fórmula para encontrar este consenso pasa por el tipo de cambio?

-Hay que asegurar que todos los instrumentos de política, incluso el tipo de cambio, generen rentabilidad en todos los sectores. Una política cambiaria razonable es necesaria pero no suficiente. Visto de esta perspectiva, el tema se puede tratar de una manera distinta a la habitual. No se puede discutir retenciones sin discutir que cambio nominal sea el adecuado para los diversos sectores. Cada sector tiene que tener un tipo de cambio real, que además incluya elementos de resguardo y de seguridad frente a acontecimientos externos, como cambios en los precios. Debe haber herramientas de administración para absorber estos shocks. Esto es la gobernabilidad.

-La recuperación de estos años, con una base distinta a la economía de los 90, ¿es sólo un ciclo o un cambio de paradigma?

-La visión de que toda la política económica consistía en transmitir señales amistosas a los mercados internacionales reflejaban en el fondo una gran impotencia frente a los acontecimientos del mundo. La realidad ha demostrado que ese enfoque fracasó y no funciona en ningún lado. Esa visión del país culminó con la crisis, y de allí surge una tentativa de construir un paradigma distinto, con necesidad de integrarse al mundo pero a partir de la integración en la densidad nacional. Creo que este puede ser un momento de transición. Quizás los historiadores de acá a 40 años encuentren que en esta época hubo un cambio de rumbo.

-¿La política económica de Kirchner apunta a ese cambio fundamental?

-Está claro que hay un cambio en el discurso y la forma de encarar los problemas. Otro cambio notable es la gobernabilidad de la economía argentina. La política económica está bajo control, hay un superávit fenomenal, se está administrando el tipo de cambio, se han modificado los precios relativos en favor de los precios transables locales. Pero esto debe ser una plataforma para resolver los problemas pendientes: equidad, desarrollo y empleo. La política de desarrollo involucra dos espacios: reglas macroeconómicas, que generan las perspectivas y los incentivos para invertir, y políticas activas, focalizadas al problema social, la vivienda, la reforma tributaria, generar recursos, la seguridad.

-En 2004 se publicó una reedición de su libro "La economía argentina". ¿Qué le revisó?

- La primera edición de "La economía argentina" fue en el año 63 y la revisé en el 72. De esas ediciones ya se vendieron 100 mil ejemplares. Es un libro que me dio muchas satisfacciones porque fue muy difundido en la enseñanza. El año pasado se hizo una tercera edición actualizada. Sabe que en el libro yo analizo la historia económica argentina por etapas. La última edición terminaba en los acontecimientos de principios de la década del 70. A mediados de esa década se terminaba una época, de la industrialización inconclusa, en un país azotado por la violencia y la crisis de la densidad nacional. Del 76 hasta la última crisis fue el período de la hegemonía neoliberal. El nuevo libro termina con la hipótesis de que se está cerrando esa etapa y que se está abriendo una nueva. Eso, está claro, se revelará con el curso de los acontecimientos.

-¿No hay cambios en la primera parte, motivados por los acontecimientos de los últimos 30 años?

-Básicamente es el mismo esquema. Yo he tenido a lo largo de toda mi carrera profesional una fuerte concepción endógena del desarrollo. La idea de que los países se desenvuelven con su propio destino, la vengo diciendo desde que era estudiante. Otros libros míos, como "Vivir con lo nuestro" y "La densidad nacional", están en el mismo eje. Y esta concepción fue ratificada por la experiencia histórica. Actualmente en el exterior, este enfoque de ver las perspectivas desde el país, es el que se está dominando. Yo digo en el libro que cada país tiene la globalización que se merece.
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"La gobernabilidad no depende sólo del poder político".

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