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 domingo, 09 de enero de 2005  
Apretujones, bengalas y peleas, casi una costumbre

Para los pibes ir a disco saturadas de gente, tirar bengalas incluso en lugares cerrados, estar en boliches con menores de edad y sin ventilación ni salidas de emergencia, no es extraño. Pero ahora empiezan a hablar de esto, como si la tragedia de la disco porteña les hubiera hecho abrir los ojos. "Todos los que vamos a escuchar bandas o a bailar sabemos que podríamos haber estado ahí. Sabemos cómo son las cosas porque hemos estado en más de un recital y en muchos boliches de Rosario con las mismas o peores condiciones que las de Cromañón", asegura Bruno, uno de los jóvenes que el jueves pasado organizó una marcha en la plaza 25 de Mayo, en solidaridad con las víctimas del incendio.

Julián tiene 17 años y esta semana comentó lo mismo con sus amigos. "Empezamos a repasar todos los lugares y decíamos: «Nosotros nos podríamos haber muerto»". Aunque aclara que no es habitué de grandes boliches, conoce bien lugares como El Sótano (Mitre 785), García (Ovidio Lagos 22), Berlín (Pasaje Zabala 1128) y Willie Dixon (Güemes y Suipacha).

"El Sótano tiene como única entrada una escalera y no hay salida de emergencia, no hay ventilación y no podés respirar. El ingreso a Berlín tiene una escalera angosta y si bien tiene una salida de emergencia, es muy chica. Con García pasa lo mismo: la entrada es ancha, pero se angosta por la boletería, y la salida de emergencia da a un departamento de pasillo", enumera el joven, quien dice que en Dixon "sí hay salidas de emergencia, pero a veces hay tanta gente que no se puede caminar"

El amontonamiento es para ellos otro de los problemas. Keny tiene 22 años y va siempre a Mei (Patio de la Madera). "No sólo no se puede caminar, no se puede estar parada porque la correntada de gente te arrastra", cuenta la joven, que aclara que el boliche tiene puertas de emergencia señalizadas. Y asegura que lo mismo sucede en La Casa del Bajo (Belgrano al 600), donde "a veces no se puede respirar por la cantidad de gente".

Las peleas y los enfrentamientos con los patovicas también son parte de la noche. "La semana pasada de la disco Soul (Puccio y Colombres) sacaron a un chico con la cabeza partida porque le habían dado una patada y lo tuvieron que llevar al Hospital Alberdi", dice Eugenia, que tiene 16 años, pero no se priva de conocer ningún boliche.

Con sus 10 amigas, todas menores de edad, ya entró a Blue Velvet (Colombres al 1600), Wam (frente a la Estación Rosario Norte), La Usina y Mei. "Siempre pasamos y sólo algunas veces nos pidieron documentos", cuenta con gracia.

Una vez adentro, Eugenia y sus amigas disfrutan del boliche como cualquiera. "Claro que me venden alcohol, quién te va a pedir documentos en la barra, si se supone que somos mayores".

Las bengalas tampoco son ajenas a la noche rosarina. Julián recuerda que en noviembre pasado en el show de Skay Beilinson, en Willie Dixon, se utilizaron "bengalas de navegación que disparan una luz roja y humo intenso".

Y la escena se repitió, según cuentan los chicos, durante el recital de Los Piojos y La Renga en el estadio cubierto de Ñuls, y cuando la banda Cadena Perpetua tocó en El Sótano. "Ya es una costumbre también en Rosario", aseguran.
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