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 domingo, 02 de enero de 2005  
El ejercicio de una libertad
De los clásicos a la literatura local, las vacacionespueden ser la ocasión pararedescubrir el placer de leer

Delia Crochet

"Quién no recuerda como yo, aquellas lecturas hechas en tiempos de vacaciones", escribió Marcel Proust. Y ahora que las ancas del verano rezuman sobre la ciudad, es dable pensar en la lectura como una libertad. Con la molicie de un desperezo de los miembros en la reposera abierta en una playa, los libros invitan ahora con mayor seducción. Y se trazan planes, y se llevan en las valijas un par de novelas, disfrutando anticipadamente el momento de leer bajo una sombrilla, de alzar la cabeza y mirar el mar o el río para volver a zambullirse en el goce de una frase.

Es posible que lectores rigurosos se propongan saldar una vieja deuda con los clásicos, o releer tal vez, ¿por qué no? Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, en la excelente edición del IV Centenario presentada por la Real Academia Española durante el Congreso de la Lengua.

Es posible también decidirse a conocer la buena literatura de Rosario. Conocer las ediciones de la Editorial Municipal de Rosario, por ejemplo la poesía de Aldo Oliva o la reciente primera novela de Cecilia Muruaga, "Melincué", o los más consagrados como Angélica Gorodischer, Jorge Riestra, Elvio E. Gandolfo o María Angélica Scotti.

A la postre resultan algo ilusorios tantos planes y proyectos. Las vacaciones son efímeras y no todos pueden irse de viaje. Pero es posible sumergirse en ensayos como "Viajes y Viajeros", de Virginia Woolf, seguir por ejemplo sus pasos entre el té y la cena por Londres, "con sus islas de luz y sus largas grutas de oscuridad, en el brillo de champán del aire", por Oxford Street, Kensington Gardens o Picadilly. O acompañar a Claudio Magris en un viaje en el tiempo y en el espacio en "Danubio", el río que crea y abraza la Mitteleuropa, el reino de Atila, la marea oriental y asiática que perturba el valor germánico. O, por qué no, seguir los pasos del protagonista de "La Rambla Paralela" en Barcelona, compartir la desesperanza hilarante de la novela de Fernando Vallejo, su extraordinario manejo del lenguaje.

Y para quienes gustan de la ficción especulativa, es recomendable la lectura de "Oryx y Crake", de Margaret Atwood, una visión espeluznante del futuro, en la que la autora hace añicos una utopía manipuladora de los seres humanos y el planeta. ¿No es un libro válido para las vacaciones? Para quienes prefieran evitar pensamientos complejos y actuales, es posible una lectura más tranquilizadora, como por ejemplo "La Cripta de los Capuchinos" de Joseph Roth, situada en los finales del imperio de los Habsburgo. Plantea también la desaparición de un mundo, pero la prosa del autor y la relativa lejanía en el tiempo, no obrará sobresaltos sino las emociones de las palabras, que sobreviven más tiempo que el mármol, el río, las leyes y las costumbres, según Roland Barthes.

En fin, tal vez sea mejor sumergirse sin orden en los libros, con la avidez con que se levanta alguno de ellos de la mesa de una librería, o más desvalido, de un estante de usados, seguir el deseo sin meditar demasiado en el modo misterioso en que unos llevan a otros, como puertas que se abren, invitantes y sabias. Esa es, quizás, la libertad.

Delia Crochet ganó el premio Manuel Musto con "Bajo la quieta luz de un farol".
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