| domingo, 02 de enero de 2005 | RESCATES La tragedia de un hombre culto Entre el existencialismo, la denuncia y el surrealismo, el autor del proyecto del Monumento a la Bandera compuso una singular historia en "La ciudad del puerto petrificado" Fernando Toloza / La Capital Hace cincuenta años se editaba en Rosario una novela titulada "La ciudad del puerto petrificado. El extraño caso de Pedro Orfanus" bajo el nombre de autor de Onir Asor, un nombre a todas luces inventado y que en su momento fue un secreto a voces: el seudónimo escondía a Angel Guido, arquitecto autor del proyecto del Monumento a la Bandera, poeta marginal de la generación del 22, autor de ensayos sobre arte y arquitectura influenciados por las ideas de Ricardo Rojas, y padre de la novelista por entonces en ciernes Beatriz Guido, quien el mismo año ganaba el premio Emecé por "La casa del ángel".
Onir Asor leído de derecha a izquierda significa rosarino. La editorial que publicó "La ciudad del puerto petrificado" se llamaba Litoral y en la tapa del libro había una ilustración que mostraba grúas, fábricas y galpones a la orilla de un río Paraná expresado en negro y con letras en gris. La presentación revela el afán localista de la obra. En la solapa se asegura que es una novela de denuncia y se añade que el autor empleó un tono surrealista para abordar el asunto.
La denuncia corresponde a la decadencia de Rosario por la paralización del puerto. El texto asegura que en lo económico el tema se ha señalado pero que en lo espiritual los artistas han seguido viviendo como si nada. En cuanto al tono surrealista de la obra, la aseveración deja de lado que la obra puede ser leída en relación más cercana con el existencialismo que con que las producciones de André Breton y sus compañeros.
La novela se inicia con un narrador que lleva el nombre de Onir Asor y que declara que tratará de presentar la vida de Pedro Orfanus, un rosarino "nacido en pleno centro comercial de la ciudad y ahogado en las aguas gredosas del Paraná". El relato responde a una promesa hecha por Asor, quien conoció a Orfanus en una sesión espiritista celebrada en Buenos Aires.
Los motivos para que Orfanus y Asor hayan asistido a una sesión espiritista sólo quedan revelados en el primer caso. Orfanus se había prestado a la experiencia en un intento casi desesperado de solucionar su "caso". Según escribe Asor, "este hombre extraño se enfrentaba ante el dramático problema espiritual de no saber quién era, de desconocerse a sí mismo. Poseído de múltiples yoes, se desdoblaba sin proponérselo, con la facilidad asombrosa de un prestidigitador involuntario".
"Amigo, yo no sé quién soy", le confesaba Orfanus a Asor y lo comprometía con un mandato de amistad: "Relatará usted la vida de un huérfano desamparado, de un marinero frustrado, de un ser estrambótico que mira su fotografía y no se reconoce a sí mismo".
Asor aclara que para su tarea cuenta con el conocimiento personal que tuvo de Orfanus y con un diario personal de éste, que aparecerá en forma intermitente en la novela. Lo primero que hace el narrador es revelar la razón del mal de Orfanus: su amigo quedó a la deriva, sin un yo estable, cuando la ciudad perdió, a manos de Buenos Aires, su importancia como puerto. El narrador enuncia su teoría del mal de Orfanus y más adelante la confirma con fragmentos de los diarios del afectado: "El puerto de Buenos Aires ha bloqueado el de Rosario. Los barcos que traen el rumor de todos los mares y océanos del mundo se detienen en las dársenas nauseabundas de la Boca. El olor a yodo y a mar lejano se ahoga en las aguas podridas del Riachuelo... Buenos Aires es el responsable de este hurto, de este saqueo, de este pillaje; Buenos Aires es quien ha sumergido el alma de Rosario".
LA NADA ROSARINA La novela maneja varios niveles de historias. El de la denuncia es quizás el más endeble. Lo más interesante es la mixtura entre la historia fantástica y el drama existencial. Como lo indica el subtítulo de la obra ("El extraño caso de Pedro Orfanus"), se está ante un relato que promete derivaciones fantásticas, ¿cómo no pensar en "La verdad sobre el caso del señor Valdemar", de Edgar Allan Poe?
Orfanus flota en un espacio fantástico que lo aleja de la muerte como el señor Valdemar es mantenido vivo por medio del hipnotismo. Conserva la vida gracias a lo que él considera su mal: poder entrar en la materia de las cosas, poder fundirse con ellas y tener sus perspectivas. Cuando esa facultad, que es una suerte de hipnotismo al revés, le resulta intolerable, su destino queda sellado. Pero mientras tanto, Orfanus puede ser: lapicera, nube, árbol, barco, tren, puerto, horqueta de un plátano en la calle Wheelwright, pájaro, canilla, navío en la esquina de Córdoba y San Martín. Es "la mecánica de la inmersión al sueño en plena vigilia", explica el narrador, quien como hombre culto puede comparar la experiencia de Orfanus con "la evasión introspectiva de los poetas surrealistas", aunque el personaje esté más cerca de los hombres y mujeres creados por la novela existencialista, teoría y práctica con la que Orfanus discute en sus diarios.
La novela se publicó en 1954, el mismo año que "Los mandarines", de Simone de Beauvoir, obra que para muchos fue el canto de cisne de un género, el fin de una tentativa que dominó por casi dos décadas los espacios literarios de Francia y la Argentina. "La ciudad del puerto petrificado" acepta su parecido con la novela existencialista pero también lo pone en cuestión. El capítulo "Inmersión en el tiempo de la hora furtiva" es, en gran medida, una discusión de Orfanus con el existencialismo.
Para Orfanus, Sartre ha derivado los razonamientos de Kierkegaard y Heidegger hacia el refinamiento del arte literario. "A Sartre, siempre francés, le pareció más elegante llevar al teatro y a la novela su filosofía cínica y desesperanzada", escribe en los diarios que Asor da a conocer. Ese carácter literario del francés molesta a Orfanus, quien asegura que la nada que viven los rosarinos es más angustiante que la que describe Sartre. "...la nada rosarina adquiere un sesgo particular. Es una nada destinada a ambular en seres que viven en una ciudad sin tiempo, sin alma. Es una nada que tuvo una dimensión minúscula cuando la ciudad vivía, cuando la ciudad cantaba la canción de su puerto embanderado. Hoy, la nada proletaria de la ciudad del puerto petrificado, constituye una suerte de subnada".
Aunque no la menciona, Orfanus se hace eco de la polémica entre Albert Camus y Sartre, y parece inclinarse por Camus. De hecho, le gusta referirse a sí mismo como un Sísifo rosarino, en la estela del pensamiento de Camus cuando ve al hombre contemporáneo como al héroe mitológico sometido a una tarea circular y sin fin en "El mito de Sísifo".
"La ciudad del puerto petrificado" coquetea con la novela existencialista y pretende marcar sus límites, a la vez que sugerir una posible novelística para Rosario vinculada al existencialismo como punto de partida para interrogar la vida de una ciudad. También sorprende que la novela de Guido se vincule a "Los mandarines" en su intento de analizar la influencia del existencialismo. De alguna manera, está diciendo lo mismo que Beauvoir cuando ve que toda la fuerza del movimiento, su intención de servir para la vida, ha quedado desajustada.
HOMENAJE DUDOSO Para el escritor Héctor Sebastianelli, "La ciudad del puerto petrificado" fue un homenaje a Rosario. Es difícil pensarlo de esa manera. En 1954 Guido aún no había visto terminado el Monumento a la Bandera, su mayor desvelo por esa época, en una obra que parecía imposible de terminar, como lo revelan las crónicas burlescas de Arturo Cancela, quien en "Campanarios y rascacielos" inventó un personaje que llegaba a Rosario para seguir la marcha de los trabajos. Más que homenaje, la obra busca presentar la tragedia de un hombre culto en una "ciudad sin alma", y la clave autobiográfica permite considerar a Guido, por un momento, como ese hombre al que la ciudad no siempre reconoce.
El interés de Guido por el Monumento no asoma en la novela. Hay apenas una mención a la torre del mismo en construcción, aunque sí puede leerse en sintonía el sueño de Orfanus cuando se imagina un minotauro gigante que arremete contra el Obelisco porteño y lo topa en su parte baja hasta derrumbarlo. ¿Deseos del arquitecto Guido? Quizás, pero el autor se reservó la coartada de la ficción y sólo tres años después de publicada su novela podría ver, al fin, el Monumento terminado. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Angel Guido fue durante años una referencia en la vida intelectual rosarina. | | |